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Zoé Valdés

Los cubanos quieren viajar y pasear

Los cubanos no quieren ser libres, no. Sólo quieren, lo reitero, viajar y pasear.

Los cubanos, esos seres humalos, digo humanos, quieren viajar y pasear, según confirma una miniencuesta publicada por BBC Mundo. Los cubanos no quieren ser libres, no. Sólo quieren, lo reitero, viajar y pasear.

A partir del 16 de enero próximo se eliminará la Tarjeta Blanca, que constituía una visa de salida que otorgaba el régimen castrista a los ciudadanos cubanos mayores de edad (con los menores todavía no hay libertad entera de viajar), pago mediante. Para los salarios medios del ciudadano cubano, el costo de esos trámites de viaje, en los que se incluye todavía la famosa Tarjeta Blanca hasta enero, resulta extremadamente caro.

El anuncio dio la vuelta al mundo. Y los medios de prensa lo adoptaron sin leer la letrica pequeña de la nueva ley del raulismo light. La bloguera Yoani Sánchez soltó un ¡hurraaaaaaaaaaa!, así de extenso y orgásmico en Twitter.

Y ahí quedó todo hasta nuevo anuncio. Incluso la señora Sánchez declaró que eso significaba el fin del fidelismo, avalando así los "cambios superfluos" del hermano Raúl, y sin cuestionar qué hay o habrá con los exiliados que querrán entrar en el país libremente, si también eliminarán la visa de entrada en su propio país para los ciudadanos cubanos y para los exiliados. Pero eso a ella no le importa mucho.

En verdad es que no todos los cubanos podrán viajar. Lo podrán hacer aquellos que no sean considerados cerebros por el castrismo, cosa de impedir lo que ellos llaman "robo de cerebros" por el capitalismo. O sea, que aquellos que sean graduados universitarios no podrán salir ni de allí a la esquina, salvo si pagan los ocho mil euros que exige el régimen por la libertad de cada esclavo graduado en una facultad castrista, como pago a los estudios gratis, que nunca han sido para nada gratis, porque mucho que tuvimos que trabajar en el campo y en lo militar (los que lo hicieron, yo nunca hice nada militar, aunque sí trabajé como una perra en el campo, era obligatorio, de lo contrario no se tenía derecho a una carrera universitaria).

En ese caso, los que podrán viajar son aquellos que representan para el castrismo lo peor de la sociedad, los que no tienen estudios, ni carrera universitaria, seguramente estarán desempleados y habrán vivido todos estos años del robo y del mercado negro, como potencialmente la mayoría de los cubanos, incluidos los universitarios. O sea, los considerados por ellos mismos inútiles, y considerados trabajadores medios dentro de la perspectiva de una sociedad democrática y trabajadora.

A la mayoría de esos cubanos no les interesa esforzarse, no tienen como prioridad número uno el trabajo, y piensan que viviendo del bizne y del negocio sucio pueden conseguir aquí lo mismo o más que lograban en Cuba. Habiendo más –pensarán-, conseguirán mucho más.

Acostumbrados a que les manden el dinero de afuera, a que los familiares exiliados los mantengan, y hasta que los inviten por breves períodos, o incluso largos, conozco de quienes se han quedado durante seis meses en el extranjero sin disparar ni un chícharo, no verán ningún reparo en que el saqueo, porque se trata de un verdadero saqueo, se siga produciendo, sin que ellos aporten nada más que la sonrisa y la mano extendida en señal de pedigüeñería. Otro descaro implantado por el castrismo.

La indigencia mental de los cubanos ha llegado a niveles tan bajos, tan rastreros, que creen que vivir recostado, pegando la gorra aquí y allá, es lo más normal del mundo. De este modo, ¿cómo van a querer ser libres? ¿Libres para qué, para qué democracia? ¿Para tener que trabajar, y tener que pagar impuestos? No, señor, de eso nada, monada. Mejor vivir al garete y que trabajen los bobos del exilio, los tronco e’ yucas a los que un día ellos mismos llamaron gusanos, pin, pon, fuera, abajo la gusanera, y así por el estilo.

No, los cubanos quieren viajar, pasear, lucirse, y regresar a la ciénaga, al barracón. Y es que, como ya lo planteó en una película sumamente sobrecogedora la cineasta italiana Liliana Cavani, las víctimas, después de haber pasado largo tiempo bajo la bota del opresor y sojuzgadas por el verdugo, terminan dependiendo irremediablemente de ellos. No pueden vivir sin ellos. No sabrían vivir en libertad y sin que los machaquen a diario.

Estas víctimas cubanas tienen algo curioso, les fascina el martirio, pero también la pacotilla, la ropa de marca, conocer el mundo sin pagar un centavo por ello, dar conferencias (a lo que aspiran unos cuantos inventados), cobrar y volver al redil a pagarle al amo, como los carneros que son. Oh, no, pobres carneros, no puedo rebajarlos a tanto.

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