Hace poco la capital de Cuba fue declarada "ciudad maravilla". ¿Qué habrán tomado o fumado en la fundación suiza New7Wonders para decidir semejante disparate? La Habana, sin duda alguna, fue una de las más bellas ciudades del mundo; ya no lo es. Cincuenta y siete años de total abandono por parte de las autoridades castristas la han convertido en una urbe desmoronada, apestosa y pintarrajeada con los colores más improbables. "Ojos que te vieron ir jamás te verán volver".
Los tonos chillones con los que ha sido repintada La Habana en los últimos tiempos se deben a un envío de pintura sobrante que hicieron unos italianos a inicios de los años noventa para que los edificios que bordean el Malecón, situados frente al mar, y en franco descoloramiento y descascaramiento, no dieran una imagen, a la entrada de los barcos en la bahía, tan desastrosa de lo que otrora fuera el centro urbano de la Perla de las Antillas. Aunque barcos mercantes y cruceros no ha habido demasiados durante las más de cinco décadas de dictadura (crucero ninguno, sólo uno recientemente), y a aquellos armatostes soviéticos que desembarcaban llenos de armamentos y de latas en conserva vencidas les importaban un pito la ciudad y sus habitantes. La Habana, como se puede apreciar en las películas que filmó Hollywood en la época dorada, era una ciudad blanca y reverberante.
La elegancia de la ciudad se mide también por la compostura, aseo y buen vestir de sus habitantes. Ninguna otra ciudad podía ganar a La Habana en elegancia. Competía con París y con Nueva York. En la actualidad, la fealdad, el mal vestir y la mala educación de los habaneros son notables. Pero también es cierto que la globalización y el progresismo ambiental han contribuido a crear modas infumables, gentuza sucia y peor educada que inunda las grandes urbes mundiales.
Pero lo curioso de que La Habana sea declarada ciudad maravilla en los tiempos que corren es que, a pocos días de que le concedieran este título, sin merecerlo, Miami fue nombrada la peor ciudad de EEUU, invivible según un estudio que publica este periódico.
O sea, La Habana es la ciudad buena y Miami es la mala.
Miami, como ya saben ustedes, era una ciudad olvidada, destinada a los jubilados estadounidenses. A la llegada de los cubanos, en los años sesenta, fue reestructurada por los recién llegados. Bancos, cines, teatros, restaurantes, hoteles, librerías (ahora casi todas cerradas), centros comerciales, inmuebles fueron construidos por los cubanos, que hicieron de aquellos parajes desolados una verdadera urbe, en la que hoy habitan personas provenientes del resto del mundo y sobre todo de América Latina.
Nadie quiere mudarse a la "ciudad maravilla" que es La Habana, todos los que pueden se instalan en Miami. Y como es conocido desde hace más de medio siglo, ¿a dónde van a parar los cubanos cuando se plantean vivir en libertad? A Miami. Para colmo, muchos de los que antes denigraban a la ciudad de los exiliados cubanos (me refiero a los castrocomunistas) hacen ahora lo imposible por dejarse caer en ella, aunque después se autoimpongan (o los obliguen a) regresar a "la maravilla". Pero nadie puede discutir que el sueño de la gran mayoría de los cubanos de a pie es el de verse triunfando en Miami, jamás en Cuba.
Así que no sé qué caramba fumaron los suizos, o qué habrán ganado con semejante decisión, desde luego lo que han conseguido es burlarse una vez más de los habaneros que viven en el terror de morir aplastados en los tantos derrumbes que se producen casi a diario, o de ser reprimidos por la flamante policía palestina (como se llama a los orientales), en esa Habana consumida por el miedo.
En cuanto a Miami, por supuesto que no es lo peor de Estados Unidos. La energía de sus gentes así lo demuestra, una impulsión vitalísima reflejada en la vibrante ciudad en la que se ha transformado.