Ha muerto Jorge Valls Arango, un hombre bueno, un gran poeta. Murió un anticastrista que pasó veinte años plantado en una cárcel cubana. Tal vez por eso la prensa mundial ha comentado poco. Aunque algo se ha dicho. Al menos la prensa francesa lo ha hecho. La española todavía no se ha enterado.
No conocí personalmente a Jorge Valls Arango, pero conocí sus libros. Una de las razones por la que siempre lo he admirado, porque su causa la vertió en su literatura.
¿Le habrían dado alguna vez el Premio Princesa de Asturias? Lo merecía. Pero Jorge Valls Arango no era hombre de medias tintas, era un valiente. Decía las cosas como tenía que ser, con un hablar pausado, y con gran elegancia, y ahí estaban las verdades, todas, abiertas como cartas encima de la mesa. Y el inmenso coraje.
Pocos o ningún premio le dieron al poeta Valls, y su poesía también lo merecía. Pero su poesía no hablaba más que de la verdad poética, con sinceridad, con pasión, con razón. Y era toda lenguaje. Eso sí era lenguaje, idioma, como un país.
Se nos ha ido un símbolo de la libertad. Mi tristeza es honda. Pese a que estoy en Miami todo el verdor ha sido opacado por su ausencia. Todo lo soleado se vuelve negro en el ojo del canario amarillo martiano.
Yo hubiera querido decirle cuánto lo respetaba, pero he llegado tarde. Son las demoras irremediables, imperdonables.
Hoy lo estoy escribiendo, con dolor, que nadie puede venir a hacernos un cuento chino a lo Padura, cuando hombres como estos han existido y existirán en la memoria y la justicia cubanas.
Cuba sólo podrá ser libre cuando se honre a hombres como Valls. Cuba sólo podrá levantar cabeza cuando los niños cubanos puedan leer en sus escuelas la poesía de Valls Arango.
Pasará mucho tiempo antes que eso suceda. Los supuestos cambios de Obama no van por esa vía.