Somos herederos del fracaso monstruoso del comunismo, todo lo que está ocurriendo en Europa desde el punto de vista económico y político es debido a los restos del comunismo que se han ido recogiendo y reciclando. Tanto el triunfo del Frente Nacional como el de Podemos son paradójicamente debidos a ese fracaso, y su fuerza nos devuelve el horror en un tiro de boomerang.
No hace mucho tiempo el comunismo se proclamaba campeón de la paz y utilizaba los titulados movimientos pro paz para hacer la guerra. Sólo hay que leer a Salvador Díaz-Versón. Los ejércitos físicos del marxismo se movían, atacaban, destruían territorios. Un 16 de octubre de 1962, mientras se hacía entrega en distintos países de los Premios de la Paz que otorgaba cada año Moscú, el mundo conocía que la antes tranquila y pacífica isla de Cuba estaba minada de cohetes atómicos que amenazaban al mundo, y que aviones y bombas fabricados por el comunismo estaban listos para sembrar la muerte y la destrucción en toda América. Todo esto se hacía bajo consignas de "paz".
Fidel Castro, el autor de semejante horror, o uno de ellos, acaba de ser galardonado con el Premio Confucio de la Paz que otorga China. Esto es muy fuerte, señores y señoras. Pero ya sabemos quién es China y quiénes son los Castro. ¿Se sabe realmente?
El 20 de abril de 1963, en que la condena a muerte del dirigente comunista español Julián García Grimau, convicto de miles de crímenes, mueve al tirano Jruschev a enviar un cable al general Franco solicitando la conmutación de la pena al criminal sancionado, en todas partes del mundo, en los cinco continentes, multitudes bien adiestradas apedrean los consulados españoles y realizan manifestaciones de protesta. Ese mismo día, 20 de abril, en Cuba, eran fusilados quince jóvenes en la Fortaleza de La Cabaña, acusados de conspirar contra el comunismo, sin que se les señalara como autores de una sola muerte, y para esos quince cubanos no hubo petición mundial de indulgencia ni de clemencia, ni manifestaciones públicas en su favor. ¿Por qué? Pues porque no eran comunistas. La sensibilidad ideológica que despierta en los marxistas el fusilamiento de uno de los suyos no tiene el mismo efecto en los demócratas, que, faltos de espiritualidad y militancia activa, ven con indiferencia las desgracias de los demás.
Pero todo esto nos lo devuelve el gran fracaso del comunismo, como en un boomerang, con el triunfo actual de los extremos, y la historia será de otra manera, o sea, peor.