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Walter Williams

Rebelión en Oklahoma

Todas las ramas del Gobierno federal han hecho mofa del sistema de pesos y contrapesos, de la separación de poderes y de la forma republicana de Estado concebida por los padres fundadores.

Una de las bajas olvidadas de la Guerra de 1861, la mal llamada Guerra Civil, fue su contribución a la erosión de las garantías constitucionales de la soberanía de los estados. El asunto de la secesión se zanjó haciendo posible que el Gobierno federal hiciese caso omiso a los derechos contenidos en las enmiendas Novena y Décima. Por cierto, una guerra civil es un enfrentamiento en el que dos o más partes intentan tomar el control del Gobierno central. El presidente confederado Jefferson Davis no deseaba tomar el poder en Washington más de lo que George Washington deseaba controlar Londres durante la guerra contra Gran Bretaña. Ambas contiendas deberían ser descritas como guerras de independencia. En la Resolución Conjunta 1089 presentada por el representante del estado Charles Key, los habitantes de Oklahoma están intentando recuperar parte de su soberanía estatal perdida.

Una parte de la resolución dice así: "Entendiendo que la Décima Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos estipula que 'Los poderes no delegados a los Estados Unidos por la Constitución, ni prohibidos por ella a los estados, están reservados a los estados o al pueblo'; y entendiendo que la Décima Enmienda define el alcance total del poder federal como específicamente depositado sólo por la Constitución de los Estados; y entendiendo que el alcance del poder definido por la Décima Enmienda significa que el Gobierno federal fue creado específicamente por los estados para ser un agente de los mismos; y entendiendo hoy, en 2008, los estados son tratados de forma fehaciente como agentes del Gobierno federal... Por tanto, que la Cámara de Representantes y el Senado resuelvan lo siguiente en el segundo periodo de sesiones de la 51ª legislatura de Oklahoma:

Por la presente, el estado de Oklahoma reclama la soberanía amparado por la Décima Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos sobre todos los poderes no enumerados específicamente ni concedidos al Gobierno federal por la Constitución de los Estados Unidos. Que esto sirva de notificación al Gobierno federal, en calidad de nuestro agente, para desistir y prescindir, con efecto inmediato, de las funciones que sobrepasen el alcance de estos poderes constitucionalmente delegados.

La resolución de Key fue aprobada en la Cámara de Representantes de Oklahoma por 92 votos a 3, pero se atascó en el Senado, donde languidece hasta el próximo periodo de sesiones. No obstante, Key planea volver a presentar la medida en cuanto el Legislativo se reúna de nuevo.

La usurpación federal va más allá de cualquier cosa que hubieran imaginado los redactores de la Constitución. Al explicar la Constitución en el número 45 de El federalista, James Madison decía: "Los poderes delegados... en el Gobierno federal son contados y definidos. Aquellos que son ostentados por el Senado son numerosos e indefinidos. Los primeros se ejercerán principalmente sobre los objetos externos, como la guerra, la paz, la negociación y el comercio exterior... los poderes reservados a los diversos estados se extenderán a todos los temas que, en el curso ordinario de las cosas, conciernen a las vidas, las libertades y propiedades del pueblo." Thomas Jefferson enfatizaba que los estados no están subordinados al Gobierno nacional, sino que ambas instituciones son "instancias coordinadas de un todo simple e integral... el uno es la rama nacional y el otro es la rama exterior del mismo Estado".

Ambas partes y todas las ramas del Gobierno federal han hecho mofa del sistema de pesos y contrapesos, de la separación de poderes y de la forma republicana de Estado concebida por los padres fundadores. Una de las imágenes más desagradables para mí es contemplar a un presidente, un congresista y a un juez federal jurando solemnemente proteger y respetar la Constitución de los Estados Unidos cuando en realidad todos ellos desprecian sus principios  o los ignoran por completo.

Los intentos estatales como el de Oklahoma generan un atisbo de esperanza de que un día los norteamericanos y sus representantes electos se den cuenta de que el Gobierno federal es una creación de los estados. Una pequeña rebelión protagonizada por los políticos del resto de los estados aceleraría este proceso.

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