Escribí a finales del año pasado que "una vez aprobadas las leyes, son muy difíciles, por no decir imposibles, de derogar. Si alguna vez llega el momento en que el permafrost vuelve a congelar los Estados Unidos llegando tan al sur como New Jersey, como lo hizo hace mucho, no sería extraño que el Congreso, en manos de los fanáticos del calentamiento global, conservara intactas todas las leyes que redactó para combatirlo. De hecho, no me extrañaría que hicieran aprobar alguna más".
El 28 de junio de 2009, por un margen estrecho (219 votos contra 212), la Cámara de Representantes aprobó la ley Waxman-Markey. La denominada "ley de intercambio de emisiones" ha sido promocionada como un sistema para limitar las emisiones de gases de efecto invernadero crucial en la lucha contra el calentamiento global. Hay una gran presión sobre el Senado para aprobar esta ley.
El "intercambio de emisiones" es el primero de una serie de impuestos indirectos masivos que, por tanto, supondrá una forma más de recaudación para el Congreso. Y lo que es más importante, es la herramienta más eficaz de control de la actividad económica si excluimos la posibilidad de declararnos abiertamente una nación comunista, además del sueño de todo ecologista radical.
De manera que ¿a qué viene la prisa y la presión sobre el Senado? Cada vez hay más pruebas de que, lejos de existir un calentamiento global, la Tierra se está enfriando y lleva enfriándose alrededor de diez años. Destacados científicos especializados en estudiar la atmósfera han remitido recientemente un escrito al Congreso en el que decían que los políticos "estaban siendo engañados con el calentamiento global" y que "la Tierra lleva 10 años enfriándose", un fenómeno que "no fue pronosticado por los modelos informáticos de los alarmistas". El pasado marzo, más de 700 científicos de todo el mundo salieron a la palestra para disentir con la teoría oficial del calentamiento global. Alrededor de 31.500 científicos estadounidenses, incluyendo a 9.029 doctorados, han firmado una petición que entre otras cosas dice que "no existen pruebas científicas convincentes de que las emisiones humanas de dióxido de carbono, metano u otros gases de efecto invernadero estén provocando o vayan a provocar en el futuro próximo un calentamiento catastrófico de la atmósfera de la Tierra y la alteración del clima de la Tierra".
La Agencia de Protección Medioambiental (EPA) de la administración Obama considera las crecientes pruebas en contra del calentamiento global como una amenaza para su programa y ha adoptado medidas desesperadas. Aproximadamente una semana antes de que se sometiera a votación en la Cámara la ley de "intercambio de emisiones", el Instituto para la Competitividad Empresarial (CEI) radicado en Washington dio a conocer algunos correos electrónicos de la Agencia de Protección Medioambiental, que demuestran que ocultaron un informe interno realizado por Alan Carlin, un analista de la Agencia de 35 años de edad, que critica la postura de la entidad sobre el calentamiento global por motivos políticos. Uno de los correos electrónicos que procede del doctor Al McGartland, el director del Centro Nacional de Economía Medioambiental, que forma parte de la EPA, decía que "el administrador y la administración han decidido seguir adelante y sus comentarios no ayudan a la defensa legal o política de esta decisión". Y añadía que "sólo alcanzo a ver una consecuencia posible de sus comentarios teniendo en cuenta el momento del proceso en que nos encontramos, y sería un impacto muy negativo para nuestra agencia".
¿Y qué decía ese informa tan peligroso? El CEI lo resume de esta manera: "La Agencia de Protección Medioambiental, al adoptar el informe Fourth Assessment 2007 de Naciones Unidas, se está basando en datos desfasados y está pasando por alto nuevas e importantes novedades. Entre ellas está un continuado descenso de las temperaturas globales, un emergente consenso en que los huracanes no van a ser más frecuentes ni más intensos, y nuevos hallazgos que indican que la evaporación del agua modera, en lugar de exacerbar, las temperaturas. Los nuevos datos también indican que los ciclos oceánicos probablemente son con diferencia el factor más importante que explica los cambios de temperatura, aunque los ciclos solares también pueden jugar un papel, y que los datos fiables obtenidos de los satélites socavan la probabilidad de ningún riesgo fruto de gases de efecto invernadero".
El doctor David Gee, geólogo, presidente del comité científico del Congreso Geológico Internacional de 2008 y que actualmente imparte clase en la Universidad Uppsala de Suecia pregunta: "¿Durante cuántos años tiene que enfriarse el planeta para que nos demos cuenta que el planeta no se está calentando? ¿Durante cuántos años más tiene que enfriarse?" Evidentemente, con diez no basta.