Por fortuna, no se puede añadir nada que mejore lo que ya se ha escrito aquí sobre las dos concentraciones desde las que se ha recordado a 11 millones de cubanos que aún son muchísimos los españoles a los que no les resulta indiferente su sufrimiento.
Como no podía ser de otro modo, lo mejor de España no despreció la oportunidad de consolar a los que sufren. No quisieron estar los que se aprovechan de su sufrimiento. Los que invierten en los prostíbulos que rodean los escombros que cubren más de doscientas cárceles. Los desalmados que viajan a La Habana para, por menos de nada, alquilar los cuerpos de los adolescentes que todavía no han logrado escapar de la descomunal patraña que sólo supo ofrecerles represión y miseria. Los liberticidas que este sábado, al servicio de un sectarismo tan eterno como cobarde, apoyaron la barbarie que les instala en el más sucio basurero de la Historia. Los socialistas que simulan que confían en los herederos de los asesinos en serie mientras se esconden de sus víctimas.
No importa. Mejor así. Ya les pesará a los miserables que quieren para otros lo que ellos no podrían soportar. Aquí no sé, sabrá Zapatero, pero en Cuba y para las víctimas de la tiranía no son nada. Ayer lo volvieron a comprobar. Nila gentuzani la nieve impidieron que muchos españoles gritaran este domingo: ¡Viva Cuba libre! Quiera Dios que sea lo último que desde aquí escuche el más anciano de los dos tiranos. Se va. Muy pronto tendremos que volver a concentrarnos para despedirle como merece y al grito de "¡asesino!" recordarles a sus amigos españoles que son lo peor de España.