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Víctor Gago

Por el gráfico, Mato

La ministra de Sanidad sigue en la edad del gráfico, que presenta el inconveniente de que no le puedes poner música y, encima, tienes que sostenerlo, se tuerce por el peso, un despropósito

Por un momento, pensé que, con 15.000 millones de deuda, la ministra de la Sanidad pública iba a empezar su comparecencia cogiendo a Westphalen por los cuernos: "Tengo que darles una noticia negra y definitiva / todos ustedes se están muriendo...". Para nada. La señora Mato compareció con un mensaje súper positivo, que estemos tranquilos, y sacó un gráfico con círculos de, por lo menos, tres colores distintos. Dijo: “Voy a mostrarles un gráfico” y lo sacó delante de los diputados, que apretaban los ojos o se ponían gafas como si estuvieran ante una miniatura de Antonello da Messina en la sala de rarezas de El Prado, mi favorita.

¿De dónde salen los gráficos? Normalmente, de debajo de la mesa. Ahora la gente usa el powerpoint para no tener que decir nada o como prueba del crimen tautológico. Hasta mis alumnos de 2º de la ESO me entregaban los trabajos sobre el último World of Warcraft en un pendrive. "Aquí lo tiene, profe". "¿Y esto qué es?" "Le he puesto música de Bruno Mars. Tengo un positivo, ¿no?".

La ministra de Sanidad sigue en la edad del gráfico, que presenta el inconveniente de que no le puedes poner música y, encima, tienes que sostenerlo, se tuerce por el peso, un despropósito. En el debate televisivo del señor Rajoy y el señor Rubalcaba en presencia de Manuel Campo Vidal… Un inciso: me encanta decir “Manuel Campo Vidal”; siempre que lo pronuncio me acuerdo de Faemino y Cansado, aquel stketch en el que “Manuel Campo Vidal” sale de un ascensor. Hay días en que repito “Manuel Campo Vidal” como las letanías del Rosario y es que me parto con la buena gente que hay en mi país. Fin del inciso. En el debate televisivo del señor Rajoy y el señor Rubalcaba en presencia de… jajajajajajaja, perdón, los dos sacaron sus gráficos. Era como una gran batalla de gráficos. La madre de todas las batallas de gráficos. Como cuando, de niños, poníamos a luchar al clip de famóbil rubio contra el moreno, cada uno en una mano. En mi infancia, aún no existía el clip de famóbil de “Manuel Camp…” jajajajajaja, no había la cosa civilizada, consensual y canovista que hay ahora en las comparecencias de los políticos, y entonces, los debates de muñecos acababan como el rosario de la aurora y con alguna de sus extremidades debajo del sofá.

¿Se han parado alguna vez a pensar que hay algo como sobrenatural en un gráfico? Cuando alguien dice, como la ministra de Sanidad: "Voy a mostrarles un gráfico…", se hace un silencio distinto, un silencio que no es el de asentir como el Elvis Presley de los coches o el perrito de los coches las palabras huecas de los políticos como “protección”, "seguridad", "lealtad", "colaboración" o "esfuerzo", últimamente mucho "esfuerzo", un silencio que no es como escuchar los CD de cantos de ballenas que ponen en las clases de bikram yoga de Chueca a las que van Elena Salgado y María Teresa Fernández de La Vega, a sudar la gota gorda y relajarse con el clorofílico rumor de una cascada amazónica, ese silencio chill out de los planes ministeriales para la felicidad de todos y todas, el reiki de los "grandes consensos" desentumeciendo los chakras de la nación, ese silencio empanado y ansioso de mentir al final de la noche con un montón de buenos propósitos.

La ministra de Sanidad saca el gráfico en colores y es como una epifanía. Estén tranquilos los españoles, dijo, porque el gran pacto de Toledo o de Algeciras garantiza nuestros cuidados. Nos dejarán elegir médico como un festín de libertad, después de obligarnos a pagar el sistema público. Apoyarán a tope la familia, después de subirnos los impuestos. Harán planes personalizados para la seguridad de las mujeres maltratadas, después de que el Estado y sus leyes hayan fracasado en protegerlas. La ministra y demás señorías serán leales, dialogantes, colaborativos, siempre dispuestos al pacto.

Todo eso decía el gráfico de la señora Mato, por si las palabras ya no bastasen, que es lo que suele ocurrir en las épocas salvajes o patéticas.

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