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Tomás Cuesta

La señorita Rita y el concejal Carmona

Al paso al que desfilan los acontecimientos, no está lejos el día en que a Carmona y a Carmena les veamos bailando el vals de los tontos útiles.

Al paso al que desfilan los acontecimientos, no está lejos el día en que a Carmona y a Carmena les veamos bailando el vals de los tontos útiles.
Rita Maestre y Antonio Miguel Carmona | EFE

El socialista Antonio Miguel Carmona (que es el sostén, el miriñaque y hasta el guardainfante si se tercia, de esa abuelita icónica que campea en Cibeles) se ha metido de lleno, sin tentarse los machos y sin evaluar las consecuencias, en el aciago papelón de tonto útil, un personaje clásico en los enredos de la izquierda. Según la tradición, posiblemente apócrifa pero aún fehaciente, el sintagma surgió de la pluma de Lenin quien, con siniestra lucidez y luciferino ingenio, motejó de ese modo -tontos útiles- a los burgueses obcecados en limpiar su conciencia brindándole la soga que iba a ceñir sus cuellos.

Ni que decir tiene que, desde semejante perspectiva, lo que caracteriza al genuino tonto útil es ser alguien capaz, formado, inteligente, pero que, sin embargo, cuando le toca dar la cara, se comporta invariablemente como un memo. Alguien que considera que la radicalidad de extrema izquierda es una afección venial, una tormenta veraniega, una suerte de acné que, con el tiempo y unas cremas, desaparecerá de la epidermis de la señorita Rita (Maestre) y sus colegas. Alguien, en fin, que, como el concejal Carmona, se emplea en los platós con la misma fiereza que el Tigre de Chamberí entre las doce cuerdas y que se achanta sin pudor al sentir el aliento de la jauría podemita en sus socialdemócratas mantecas.

Si le dolió en su día abrasarse las manos al empujar, a escondidillas, a Tomás Gómez a la hoguera, hogaño, según parece, no han de dolerle prendas por quemarse la lengua negándose a sí mismo y apuntalando los dislates de la teórica alcaldesa. Que esa, la alcaldesa, es otra que tal baila mientras la orquesta desafina estrepitosamente. Al paso -harto cambiado- al que desfilan los acontecimientos, no está lejos el día en que a Carmona y a Carmena les veamos bailando un vals (el vals de los tontos útiles) en el acristalado patio de la mastaba de Correos. But that´s another story... Historia o historieta, dramón o sainete, tiempo habrá de contarla, amén de padecerla.

De lo que se trata, ahora, es de poner de manifiesto el lastimoso desempeño de Antonio Miguel Carmona tras haberse mudado de las tertulias a los plenos. Bien es verdad que, dada la condición de gato que el casticismo verbenero otorga a nuestro héroe, su vitalidad se extiende más allá de los límites de lo municipal y obsceno. No es ningún secreto que el profesor Carmona -que es un economista de postín, o de postureo al menos- compagina su entrega a la ciudad y, por supuesto, redondea sus ingresos, ocupando una cátedra (o sea, un taburete) en una universidad, el CEU, en la que ardería Troya y Esparta y hasta Atenas, si prendiera el ejemplo de la señorita Rita y las alumnas exigieran doble ración de almejas.

No obstante, lo que podría a simple vista significar que es un hipócrita o un tahúr ambidiestro, se disuelve -y se absuelve- utilizando aquel distingo teológico con el que los tomistas acotaban sustancia y accidente. Lo sustancial, al cabo, es impedir que Aguirre consiga alzar la voz y levantar cabeza. La señorita Rita, en cambio, sólo es un accidente. ¿Y el tonto útil? Pues eso.

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