Gilles Deleuze sostenía que la filosofía sirve para entristecer y llevar la contraria a los poderes establecidos. El ministro de Educación, José Ignacio Wert, un hombre cultivado y seguro que buen conocedor de la obra del filósofo francés, ha decidido que no está el horno para bollos y ha eliminado de su Ley de Educación la inmensa mayoría de las asignaturas filosóficas, no vaya a ser que entre la crisis y la filosofía los alumnos se nos depriman y se suiciden en masa. Además, si se les educa en el escepticismo y la crítica hacia los poderes establecidos, a lo mejor los jóvenes dejan de ir a misa los domingos y no votan al Partido Popular en su vida...
El filósofo francés estaría pasando una mala racha cuando escribió su alegato acerca de una "filosofía para la tristeza", porque la filosofía también puede conducir a la alegría (ese "gay saber" del que hablaba Nietzsche) y contribuir a que los poderes fácticos contribuyan a hacer un mundo menos malo. En épocas de crisis la filosofía ha de ofrecer esperanza, y cuando lleguen mejores tiempos, reflexión crítica.
Lo que no debe ser nunca la filosofía es aburrida e intrascendente. Deleuze estaba pensando, cuando defendía su filosofía de la mala follá, en los filisteos, ese tipo de hombres enfrascados en lo útil y práctico, incapaces de mirar más allá de sus narices hacia lo abstracto, lo espiritual y lo intangible. Filisteos, por ejemplo, eran los que criticaban a Einstein cuando elaboró su teoría de la relatividad porque no era física sino "mera filosofía". No por casualidad esos filisteos se caracterizaban también por ser antisemitas que despreciaban las "conjeturas filosóficas" como un rasgo distintivo de la "ciencia judía". Los arios puros se ve que son tipos pragmáticos y con los pies en el suelo que no pierden el tiempo en elucubraciones y especulaciones que “no sirven para nada”.
Einstein, efectivamente, proponía una nueva teoría sobre la realidad apoyándose en postulados "metafísicos" como que el tiempo no era una entidad absoluta y neutral respecto del espacio (concepto sobre el que Newton había basado su teoría) sino que en su nuevo paradigma el tiempo y el espacio eran dos dimensiones de la realidad que interactuaban y se modificaban entre sí. "Pura filosofía", es cierto, sólo que estaba más cerca de la verdad –o más alejado de lo falso, como prefieran– y, además, para alegría del común de los mortales tendría consecuencias prácticas y tecnológicas decisivas. Einstein nunca llegaría a ganar un Nobel por dicha teoría de la relatividad sino por el mucho más prosaico y tangible descubrimiento de la ley del efecto fotoeléctrico.
En la senda pragmática y experimental, atenta a los resultados inmediatos y tangibles, se encontraba el gran inventor Thomas Alva Edison, que despreciaba a los teóricos puros como Einstein. Había desarrollado Edison un test para emplear personal en su empresa en el que preguntaba cosas como: "¿Cuál es la velocidad del sonido?". Einstein, cuando respondió al test, y a pesar de que era alguien especializado en la propagación de ondas, no supo la solución y respondió:
No guardo esa información en mi mente desde que está fácilmente disponible en los libros (…) El valor de la educación no es el aprendizaje de muchos datos, sino el entrenamiento de la mente para pensar.
Pues lo que es entrenamiento en filosofía los alumnos españoles, gracias al ministro de Educación, no van a tener mucho…
Que la filosofía puede tener un carácter positivo, energético y de resolución de problemas encuentra un ejemplo significativo en el fichaje del filósofo Javier Gomá por Esade, la escuela de negocios con sede en Madrid y que es una de las diez mejores del mundo. Según Gomá,
el sistema universitario pone demasiado acento en hacer profesionales, pero debería contribuir a hacer ciudadanos.
Es sintomático, en este sentido, que, mientras un subsistema educativo español que muestra éxito internacional y está enfocado al mundo práctico-empresarial, las escuelas de negocios privadas y enfocadas al afán de lucro, abren sus puertas a la filosofía, el ministro Wert la haya expulsado de las aulas públicas eliminando en secundaria la obligatoriedad de la Historia de la Filosofía, la Ética y la Educación para la Ciudadanía.
Parafraseando a Gomá, podríamos decir que Wert pone demasiado énfasis en fabricar idiotas en lugar de formar ciudadanos. En la antigua Grecia podías ser un politikós o un idiotikós. Lo primero, ciudadano podríamos traducir, si te ocupabas de los asuntos públicos, y un simple idiota si eras alguien dedicado exclusivamente a sus problemas privados. Ser un aristócrata no significaba ser de sangre noble sino llegar a ser el mejor, es decir, haber desarrollado unas competencias adecuadas tanto para los asuntos privados como aquellos, más elevados, que tienen relación con la esfera pública y lo que nos concierne a todos. Sin embargo, el proyecto educativo del Partido Popular es utilitarista, cortoplacista y romo. Preocupado en domesticar en lugar de en educar. Si la Logse fue un fracaso de la demagogia pedagógica socialista, la Lomce será un fiasco del reduccionismo economicista conservador. Y las dos Españas seguirán enfrentadas desde sus dogmas educativos, tan supersticiosos como perjudiciales.