En primer lugar, quiero felicitarte por los resultados del domingo. Doscientos cincuenta mil españoles -¡un cuarto de millón!- nos han dado su apoyo, y este es un motivo para la enhorabuena. Sabrás que nos hemos quedado a solo un puñado de votos -apenas dos mil- de entrar en la Eurocámara. Cualquier otro habría caído en el desánimo, pero no nosotros, acostumbrados a sortear obstáculos. Si miras conmigo el lado bueno de las cosas, verás que pocas aventuras políticas en la España de los últimos años han arrancado de la manera exitosa en que lo ha hecho Vox. En solo cuatro meses, sin casi recursos, hemos puesto en marcha una eficacísima y cohesionada maquinaria electoral al servicio de España. Como no me cansé de repetir en campaña: sean cuales sean los resultados, ya hemos ganado. Me alegra de que doscientos cincuenta mil compatriotas no me hayan dejado como un exagerado.
Nada de esto habría sido posible sin ti, que has empezado esta carrera de fondo con un sprint. Te he visto por las calles y las plazas recogiendo firmas, repartiendo propaganda, pegando carteles, dando la cara (con riesgo, a veces, de que te la partieran). Sé que durante estos meses has robado tiempo al estudio, al trabajo, al sueño, y que apenas has parado por casa, donde a punto estuviste de convertirte en un pálido recuerdo. Presenta, por favor, mis disculpas a los tuyos por las ausencias a las que te ha obligado Vox. A ti, en cambio, no te voy a pedir perdón porque sé que te pasa como a mí: que te gusta vivir en campaña. Pues bien, tengo buenas noticias, porque esto no acaba aquí, sino que no ha hecho más que empezar. Y como prueba de lo que digo te voy a pedir un esfuerzo adicional. O dos.
Sabes que, salvo honrosas excepciones, hemos sido sometidos a un silencio informativo por parte de unos medios en exceso adictos a la publicidad institucional. Y, a pesar de todo, nos han votado doscientos cincuenta mil españoles. El resultado ha sido posible gracias a una campaña puerta a puerta de la que tú has sido protagonista. En estos meses no has dudado en pedir el voto para Vox en el ascensor, en el metro, en el bar, en la oficina, en los pasillos de la facultad, en la cola del supermercado, en las comidas familiares de los domingos... Al principio los que te escuchaban te tenían por pesado, pero poco a poco se iban contagiando por tu entusiasmo. Lo que Vox proponía, lo que tú proponías, era lo que muchos llevaban pensando años pero no oían a ningún político. Y así, entre todos, obramos el milagro de los doscientos cincuenta mil votos.
Sin embargo, puede haber quien hoy piense que haber votado Vox ha sido tirar el voto a la papelera. Y es aquí donde de nuevo entras tú como agente electoral. Tenemos que convencer a quien de esta manera piense de que, si bien todos los votos valen lo mismo, esto es así electoralmente, no simbólicamente. El voto a Vox vale doble porque Vox no es un fin en sí mismo, sino un instrumento al servicio de España. Cada voto a Vox ha sido como un ladrillo en la construcción de una España mejor que quizás nosotros no disfrutemos, pero sí nuestros hijos y nuestros nietos. No hay, por tanto, voto más útil. A todos los que convenciste para votarnos y ahora dudan, felicítalos porque no se resignaron a lo malo conocido y apostaron por lo bueno por conocer. Diles también que no es atractivo lo seguro y que en el riesgo hay esperanza. Y pídeles un voto de confianza. Otro más, sí.
Eres, como yo, consciente de que las elecciones del domingo han dibujado un inquietante mapa político. Ganan los nacionalistas separatistas y la izquierda callejera y pierde España. Los dos grandes elefantes, PP y PSOE, parecen haber tomado con paso lento y pesado el largo camino del cementerio. El PP no solo no ha hecho propósito de enmienda, sino que persiste en el error de velar solo por sus intereses de casta, incumplir su programa y dar la espalda a sus votantes. El papel de mal menor se le ha quedado pequeño y ya ensaya, entusiasta, el de mal mayor. Nos toca enarbolar las banderas que otros han arriado. No vamos a rehuir una sola batalla, convencidos como estamos de que la única batalla que se pierde es la que no se libra. Te advierto, eso sí, de que estamos rodeados y de que el enemigo nos supera en número. Pero ¿quién dijo miedo?
Vinimos para quedarnos porque nacimos para ganar. Hay tanto por hacer que nadie debería aburrirse. Hemos vivido una aventura y la hemos vivido juntos. Y lo bueno es que lo mejor aún está por llegar. Ya sé que quizá nunca pensaste dedicarte a la política, mucho menos en tu tiempo libre, pero me temo que no nos queda otro remedio. También sé que siempre soñaste con hacer algo grande por tu patria, pues eres de los que se pregunta qué puedes hacer tú por tu país y no al revés. Aquí tienes una oportunidad. En estos tiempos de prueba, es la hora de la audacia. Yo no me rindo. ¿Y tú?
Quedo a la espera de tu respuesta.
¡Viva España!
Santiago Abascal, secretario general de Vox.