Ayer Albert Rivera presentó en Cádiz sus propuestas para la reforma constitucional que, a juicio de Ciudadanos, España necesita en estos atribulados momentos. En un acto cargado de simbolismo, Rivera eligió la ciudad en la que los españoles aprobamos nuestra primera Constitución hace ya más de doscientos años, días después de elegir Cebreros, el pueblo natal del centrista Adolfo Suárez, para otro simbólico acto. Puestos a elegir lugares simbólicos, en Vox optaríamos por Covadonga, pero esa otra cuestión.
Rivera presentó un total de 37 medidas, algunas de las cuales me parecen muy acertadas y compartimos en Vox. Estamos de acuerdo, por ejemplo, con la supresión de la disposición transitoria cuarta, que contempla una eventual entrega de Navarra a la Comunidad Autónoma Vasca. También compartimos la necesidad de acabar con el aforamiento de todos los representantes públicos. En los tiempos que corren es inaceptable que los políticos mantengamos privilegios en el ámbito procesal.
Sin embargo, hay dos medidas de las que ayer se propusieron que me parecen realmente graves, equivocadas y que han de ser combatidas; y que –claro está– se encuentran en las antípodas del programa que Vox presenta para las próximas elecciones generales.
Al igual que Vox ha hecho desde su fundación, Ciudadanos propone ahora suprimir el Senado, pero pretende sustituirlo por una conferencia de presidentes autonómicos con potestad legislativa. Este tipo de órgano, que se asemeja mucho al Consejo de Ministros de la Unión Europea, es ajeno absolutamente a nuestra tradición constitucional y sólo ha existido en organizaciones de tipo confederal. Con esta y otras medidas Ciudadanos pretende avanzar en la descentralización del poder con un marcado carácter federalista o confederalista, y diría que antidemocrático, porque esa propuesta lesiona la soberanía nacional del pueblo español. Cerremos el cementerio de elefantes con sonotone que necesitan traducción simultánea para entender el idioma español, pero no lo sustituyamos por algo todavía peor. El Congreso de los Diputados y basta. En Vox, al contrario que en Ciudadanos, somos firmes partidarios de terminar con las comunidades autónomas, que sólo han servido para romper la cohesión de nuestra Nación y han multiplicado el número de políticos, el gasto en burocracia y la corrupción por diecisiete. Ciudadanos se ha puesto farruco con las diputaciones pero se convierte en Ciudablandos al enfrentarse a las autonosuyas. Duros con el débil, blandos con el fuerte. Las diputaciones estaban ahí desde hace casi dos siglos, sin molestar, funcionando bien, hasta que llegó el dichoso Estado de las Autonomías a poner España patas arriba.
La otra medida que me ha causado perplejidad ha sido la de establecer en la Constitución un procedimiento especial para la transferencia de soberanía a la UE. En Vox tenemos muy claro que la soberanía nacional reside en el pueblo español y que la Constitución se fundamenta en la unidad de la nación española.
Aunque estamos a favor de la permanencia en la UE, no lo queremos hacer de forma acrítica ni desde el papanatismo europeísta que denunció Unamuno. Porque estamos convencidos de que nación y soberanía son conceptos íntimamente relacionados. Si somos soberanos es porque somos una Nación y no tenemos derecho a entregar lo que hemos recibido de nuestros mayores. España debe estar en Europa pero sin complejos, reivindicando el papel histórico, industrial y agrícola que merecemos. No debemos ser vasallos de Merkel ni de Tsipras. Ni camareros de Merkel ni paganos de las propinas de Tsipras.
Las Cortes de Cádiz proclamaron que la Nación española era libre e independiente y que no podía ser patrimonio de ninguna familia o persona. Proclamaron asimismo que la soberanía reside esencialmente en la Nación, que es la única que tiene derecho a establecer sus leyes fundamentales. Esta declaración de soberanía ha sido una constante en toda nuestra historia constitucional.
En 1812 España estaba en una situación mucho más difícil que la actual. El territorio nacional había quedado reducido a una pequeña ciudad amurallada, sitiada por el Ejército más poderoso de la época. Sin duda una situación mucho más difícil que la nuestra. Lejos de acomodarse y someterse al gobierno títere de Jose Bonaparte, aquellos hombres y mujeres lucharon por nuestra soberanía. En vez de acobardarse, las mujeres cantaban coplas: "Con las bombas que tiran los fanfarrones, las gaditanas nos hacemos tirabuzones". Porque los españoles somos una gran Nación y nadie ha podido nunca destruirnos.
No es el momento de ir a Cádiz, precisamente a Cádiz, a pedir más descentralización por un lado y más cesiones de soberanía a Europa por otro. Es la hora de afirmar la unidad nacional, y de recuperar las funciones esenciales de un Estado Constitucional poniendo firmes a las autonomías y poniéndonos bravos en Europa.
Por eso en Vox creemos en España. Somos el único partido que quiere terminar con el Estado Autonómico, fuente de gran parte de nuestros males. Además, estamos convencidos de que somos los españoles, no la Unión Europea, los que tenemos que resolver nuestros problemas. Si no creemos en nosotros mismos, nadie de fuera va a venir a resolvérnoslos. Así que bien está la Cádiz constitucional, pero es hora de reconquistas. Y si hay que ir a Covadonga, se va.