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Richard W. Rahn

Fascismo financiero

Si las 1.300 páginas del proyecto de ley de reforma financiera son aprobadas por el Senado, los bancos seguirán prestando más al Gobierno que al sector privado. Ese es el nuevo fascismo financiero.

La clase gobernante está apretando las tuercas y la reforma financiera propuesta por el senador demócrata Chris Dodd impide que el 99,6% de los estadounidenses puedan invertir en nuevas empresas y, al mismo tiempo, los 33 bancos más grandes del país –los cuales controlan 92% de los activos bancarios– serán obligados a adquirir más deuda del Gobierno federal antes de ofrecer créditos al sector privado. En pocas palabras, Washington avanza por el camino del fascismo financiero.

La nueva ley de salud nos obliga a comprar una cobertura específica, nos convenga o no. La nueva publicidad gubernamental promueve las loterías del Gobierno que tienen la posibilidad de ganar de 1 en 30 millones. Sin embargo, la nueva reforma impide invertir en nuevas empresas a quienes tengan menos de 2,2 millones de dólares o ingresos anuales de menos de 450.000 dólares para los solteros y de 675.000 dólares para las parejas casadas. Eso incluye a menos del 1% de la población.

Si el proyecto se convierte en ley, el Gobierno le estaría diciendo a la población que el 99% de nuestros conciudadanos son demasiado estúpidos para saber cómo invertir su propio dinero. Lo que sucede es que los políticos creen que todos los demás somos tan irresponsables como ellos.

Uno de los fundamentos del éxito de Estados Unidos es que siempre ha sido fácil comenzar un nuevo negocio y gran parte del empleo y del crecimiento económico lo generan esas nuevas empresas. Así Thomas Edison consiguió inversionistas para fundar a General Electric y lo mismo sucedió con empresas muy exitosas como Apple, Google, etc.

Pero muchas más son las que fracasan. Por ejemplo, 90% de todos los nuevos restaurantes cierran en menos de tres años. Y ahora la Comisión de Bolsa y Valores (SEC) hace prácticamente obligatorio buscar capital solamente entre "inversionistas acreditados", o sea personas con un patrimonio de no menos de 1 millón o ingresos netos de más de 200.000 anuales. La SEC argumenta que así protege "a las viudas y a los huérfanos" de promotores sin escrúpulos. Pero eso es exactamente en lo que la SEC fracasa y el mejor ejemplo es el esquema Ponzi del fraude perpetrado por Madoff.

Bajo el proyecto de ley propuesto, un profesor de finanzas que no sea rico no sería competente para invertir en una nueva empresa de alta tecnología, pero sí lo sería un artista que no terminó el bachillerato, pero que es rico y tiene altos ingresos.

Paralelamente, la clase gobernante está haciendo todo lo posible para impedir que la clase media invierta en negocios productivos y rentables. ¿Tendrá eso que ver con los intereses financieros de los grandes donantes a las campañas electorales de Obama y a las campañas de los presidentes de las comisiones del Congreso? Los que ya están arriba no quieren la competencia de quienes quieren nacer.

Si las 1.300 páginas del proyecto de ley de reforma financiera son aprobadas por el Senado, los bancos seguirán prestando más al Gobierno que al sector privado. Ese es el nuevo fascismo financiero.

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