Pocas labores hay más penosas para una persona que tener que escribir un texto en memoria de su padre. Oswaldo, aunque no fuera mi progenitor en sentido biológico, en muchos aspectos fue precisamente eso para mí: una figura paterna que me guió y me formó en muchos aspectos fundamentales de la vida. Y ahora tengo que hacer frente a esa dura tarea a la que hacía referencia al principio de estas palabras.
De Oswaldo aprendí a desear la libertad sin odiar a quienes se la roban al pueblo de Cuba. Me enseñó que el camino a seguir no debe pasar por el revanchismo, sino en la construcción de un futuro mejor para todos. Su visión del futuro de nuestra tierra podría resumirse en un lema de su admirado Václav Havel, con el que mantuvo una profunda amistad y admiración recíproca: "La verdad y el amor deben prevalecer sobre la mentira y el odio". Este lema, en torno al cual se unieron todas las fuerzas democráticas que participaron en la Revolución de Terciopelo checoslovaca, define mejor que nada el sueño de una transición pacífica cubana que, cuando suceda, le deberá mucho a Oswaldo. Como siempre decía: "frente a socialismo o muerte, libertad y vida".
De mis mayores he aprendido valores que van más allá de la política: la dignidad, la sinceridad, la amistad, la tolerancia y el reconocimiento de la importancia inherente a cada ser humano por sí solo. Entre los mayores que me transmitieron estos principios se incluyen mis dos padres, pues tuve la suerte de contar con dos. Y Oswaldo Payá Sardiñas era uno de ellos. Por eso mismo me siento hoy huérfano, como lo son en sentido literal sus hijos, Rosa María, Oswaldo y Reinaldo. El dolor nos une en esta jornada triste, pero todos nosotros confiamos en que su legado siga vivo. Su lucha pacífica por llevar la libertad a Cuba continuará.