Ayer los cubanos recibimos la triste noticia del fallecimiento, a los 95 años de edad, del profesor Huber Matos Benítez, el legendario comandante de la guerrilla nacionalista que a finales de los años cincuenta logró derrocar la dictadura de Fulgencio Batista, quien había llegado al poder siete años antes por un golpe de Estado que interrumpió el ritmo constitucional inaugurado en la Isla en 1940 con la elección del propio general golpista, respaldado por una coalición en la que tomaban parte los comunistas.
Huber Matos fue maestro en el instituto de Manzanillo y no vaciló en levantar su voz contra la interrupción violenta de la democracia desde el mismo día de la asonada de Batista. Su actividad le convirtió en un organizador nato, un líder que poco tiempo después debió salir a Centroamérica como exiliado. En 1957 retornó a la Isla en un avión con una carga de municiones y armamentos para la guerrilla de la Sierra Maestra, que sería decisiva en la etapa ofensiva del grupo insurreccional. Pronto ganó grados de comandante, y dependió de él en gran medida la toma de la ciudad de Santiago, en la región oriental.
El maestro que se convirtió en comandante y en una leyenda para sus compatriotas luego del triunfo de 1959, muy pronto estuvo frente a la disyuntiva de convertirse en un acomodado pelele del poder o ser fiel a los principios y valores democráticos que hicieron de su nombre un símbolo de rebeldía y gallardo talante.
El decoro cívico le llevó a renunciar a cualquier prebenda de la oligarquía militar que en la Isla ya se consolidaba. Quería regresar a su pueblo, a su escuela y desde allí, anónimamente, formar a los jóvenes, ayudar a forjar un nuevo pueblo que evitara la tiranía. Fue condenado por este crimen a 20 años de dura prisión diez meses después de haber sido aclamado como héroe, un héroe que solo recibía la ingratitud de los hombres, tal como advertía José Martí al general Gómez cuando le invitó a unirse a la gesta independentista criolla. Intentaron quebrar su resistencia física pero no pudieron, intentaron eliminar el símbolo, mas la historia venció la infamia y a los traidores que le calumniaron.
Era Huber Matos uno de esos espíritus inquietos que nunca piensan en el descanso, que jamás renuncian o se cansan. No pudo ir a rezar sobre la tumba de su padre cuando terminaron aquellos 7.300 días de cautiverio, crueldad y torturas. Comenzó el camino del destierro, del exilio. Recorrió el mundo para despertar conciencias, para contar la dura realidad de su pueblo y la crueldad de quienes habían secuestrado la revolución por la que luchó, la revolución democrática que devolvería todos los derechos a los cubanos. Fundó una organización que sigue comprometida con su legado, que no pacta el cambio-fraude sino que toma la opción, el camino, del pueblo.
En 2003 coincidieron por una noche, en la ermita de la Caridad de Miami, símbolo de la unidad entre todas las generaciones de cubanos en la diáspora, Huber Matos y Oswaldo Payá. El joven líder del Movimiento Cristiano Liberación pidió ver al héroe que había ido a conocerle. Se fundieron ambos hombres en un abrazo que representaba la continuidad del espíritu indomable de los hombres de Cuba. Ninguno de los dos llegaría a ver el sueño de una patria nueva y libre, a cuya causa consagraron sus vidas, como la han consagrado en más de medio siglo varias generaciones de cubanos.
Oswaldo, quien este 28 de febrero estaría cumpliendo 62 años, fue asesinado junto al joven Harold Cepero, de 32, el 22 de julio de 2012. Un crimen que algunos quieren dejar impune.
Su leve humanidad de casi un siglo finalmente no resistió toda la fuerza que aún su vigoroso espíritu pujaba cada vez mas allá, por Cuba. Esa Cuba independiente y democrática de sus anhelos, que como al patriarca de Sión, se le negó pisar el día cercano ya de la libertad.
Adiós, Huber Matos Benítez, Comandante, Maestro.