Apenas quedan vestigios de la pared de hormigón con la que se dieron de bruces los anhelos de libertad de miles de alemanes. Las televisiones los muestran estos días como un souvenir, una atracción turística. Difícil ver más allá en una sociedad tan mediatizada por las imágenes, servidas como papilla para que el público no tenga que hacer el esfuerzo de digerirlas. El nombre que se ha dado a la efeméride es revelador: la caída del Muro. Como si hablásemos de un seísmo o un episodio de aluminosis.
El muro fue derribado por las políticas combativas con el comunismo de Reagan, Thatcher y Juan Pablo II, entre otros. Fue una victoria de la libertad, no un fenómeno natural. Esa es la clave para entender lo que pasó y sacar lecciones de cara al futuro. Porque, no lo olvidemos, la libertad sigue siendo un bien escaso en el siglo XXI. Quedan muchos muros en pie y esperar a que se caigan sería un gran error. Lo dijo Edmund Burke: "Para que triunfe el mal, sólo es necesario que los buenos no hagan nada".
Sobran los ejemplos en la historia y en la actualidad. Mientras Chávez acumula armas y amenaza con incendiar Iberoámerica, desde este gran sofá que es Occidente le reímos las gracias. Proliferan los chamberlains y no los churchills. Las "lecciones de la historia" se quedan en una frase más o menos vistosa, o un mero reclamo para los editores.
El derribo no ha bastado para desterrar de Europa las ideas comunistas. Aún persiste una escombrera moral e intelectual que ha quedado retratada en la entrevista conjunta que publicaba El País al eurodiputado comunista Willy Meyer y una joven militante del PCE: Esther López, arqueóloga de profesión, y disfrutando ya a sus 26 años de un carguito en IU. Si el futuro del comunismo patrio pasa por ella, sólo podemos confiar en que el estropicio de Llamazares es irreversible o echarnos a temblar.
Es difícil, incluso en España, aun en las páginas de El País, hasta en una dirigente de IU, encontrar un ejercicio semejante de apología del totalitarismo y desprecio por la libertad como el de esta chica. Es tan mala, sí, tan mala como La Pasionaria, aunque mucho más tonta. Incluso en la defensa del crimen hay clases. Porque, esto y no otra cosa, es lo que hace Esther López. Bastan dos ejemplos:
Cuando los últimos fusilamientos pedimos al gobierno cubano que no los realizara. Pues claro. Pero a ver... ¿Eso mancha un régimen para siempre? Pues es que hay determinadas acciones que son cualitativamente más importantes que el hecho de que hubiera una excepcionalidad de un fusilamiento.
Esas detenciones [las de los dirigentes proetarras] no se sostienen. Si se acaba con la vía política, la única que les vamos a dejar a los independentistas va a ser la terrorista. No se puede detener tan alegremente porque entonces pierdes la razón, así se enquista el conflicto. Son detenciones arbitrarias, un ataque. Por eso decía que claro que hay presos políticos en España.
¿Qué es ser comunista en 2009?, preguntaba El País. Ahí lo tienen.