Desde que hace algo más de dos años en la primera Diada decidida y mayoritariamente independentista Artur Mas planteó su desafío a España, el Madrit político y mediático se ha empeñado en restar gravedad al problema. El coro recuerda a las aficiones futboleras que mientras ven cómo su equipo se despeña entonan ese cántico de "¡No pasa nada, la liga está ganada!"
Tres manifestaciones, tres años seguidos, de cientos de miles de personas –300.000, 500.000 u 800.000, me da igual, una multitud en cualquier caso– vociferando contra España disfrazados de estelada se han despachado como si fueran cuatro gatos que nada tienen que ver con la sociedad catalana. No pasa nada. Unas elecciones anticipadas de las que sale un Parlamento con un 80% de apoyo al referéndum, es decir la independencia, se celebran como un éxito porque CiU ha perdido no sé cuántos votos que, menudo avance, los gana Esquerra Republicana. Tampoco pasa nada. Un presidente autonómico, máximo representante del Estado en Cataluña, pone fecha y pregunta al referéndum para cargarse la soberanía nacional y se desdeña como una bravuconada sin importancia. No se atreverá, no llegará al verano... decían con una autosuficiencia asombrosa. Llega el otoño, otra Diada más, se aprueba una ley ilegal para dar cobertura al golpe, pero tampoco pasa nada. No se atreverá a firmar la ley ni el decreto. Cuando los firma ya no tiene importancia porque Soraya ha preparado un papelito y el Tribunal Constitucional lo suspenderá. No pasa nada.
El Parlamento catalán se pasa por el forro la suspensión y aprueba la Junta Electoral del 9-N. Bobadas, eso Mas no lo firma ni de broma. Es ilegal, dicen, como si a la cleptocracia nacionalista le hubiese importado alguna vez la legalidad en los últimos 30 años. Obviamente lo firma y, oh milagro, algunos descubren que eso de cumplir la ley se la sopla a los golpistas. ¡Qué perspicacia! No sé en qué grado estamos ante una pandemia de ceguera voluntaria o simple pavor a incomodar al jefe, que en este negocio de la prensa estamos muy achuchados. La filosofía del marianismo –ese conglomerado de estómagos agradecidos, abogados del Estado, tertulianos bendecidos por Carmen Martínez Castro y medios de comunicación endeudados hasta el tuétano– se resume en la última gran frase con la que nos ha obsequiado el líder: "No quiero contemplar otro escenario distinto a que Mas cumpla la ley". Pues sí que es disciplinada la tropa, ni lo han atisbado. Ya se sabe. En Cataluña no pasa nada.
Es fácil decir que no pasa nada, cuando no eres un profesor o profesional liberal que has tenido que huir de Cataluña desde hace décadas para desarrollar tu profesión, o cuando no has visto cómo a tus hijos se les prohíbe estudiar en su propia lengua para imponerles la lengua propia, o cuando no has tenido que pagar una multa por rotular tu comercio en español, o cuando no te han secuestrado ni te han pegado un tiro. Porque, sí, este mismo 'derecho a decidir' también se ha defendido muchos años con violencia terrorista. Y ahora amenazan con retomarla. Pero, no nos preocupemos, no se atreverán. No pasará nada ¿Les suena?
Donde sí que ni ha pasado, ni pasa, ni parece que vaya a pasar nada es en Moncloa y el resto de instituciones que deberían defender a los españoles que viven de Cataluña y a los que vivimos en el resto de España. Así, mientras algunos pirados nos preocupamos por nimiedades, Rajoy lee el Marca, Soraya encarga papelitos, Torres-Dulce busca a Liberty Valance, Margallo ejerce de bocachanclas encantado de conocerse y la afición corea feliz "¡No pasa nada, la liga está ganada!" Sólo falta Manolo el del bombo.