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Rafael L. Bardají

Siria, Irán y el ministro Margallo en funciones

Margallo debería saber que hoy no hay familia en Siria que no haya sufrido un ataque, un herido, una violación, detención ilegal, tortura o un muerto

Al ministro español de exteriores en funciones hay que reconocerle que, a tenor de sus numerosas declaraciones, debe saber mucho del problema catalán así como de la amenaza que representa Podemos en el gobierno. Lo que es más dudoso es que ese conocimiento se euros re al que tiene sobre el Oriente Medio. A sus decisiones, por ejemplo, de abrir un consulado en Gaza, interlocutor oficial ante el gobierno de Hamas, un grupo terrorista según la UE y el Departamento de Estado americano, o sus comentarios sobre una posible victoria electoral del actual PM Netanyahu como un auténtico desastre para la comunidad internacional, ahora se suma el elogio que le hace el brutal carnicero de Damasco, Bahser el Assad, por su posición de que él, el Assad, debe continuar al frente de Siria.

Es verdad que Garcia-Margallo ha matizado su postura, supongo que para no recibir una reprimenda de nuestros socios comunitarios. Y ha dicho que para España el Assad debe ser parte de la solución, lo que no significa que se apoye su continuidad en el cargo. ¿Pero es esto posible?

Recordemos algunos datos que complican y mucho esta postura que quiere ver en el Assad la solución y no el problema: según el reciente informe de la ONG Syrian Network for Human Rights, cerca del 12% de la población siria ha sido víctima directa de la guerra civil y la mitad de la población se encuentra hoy desplazada dentro y fuera de aquel país. Esto es, las bajas mortales ascienden desde 2011 hasta la fecha a 470 mil, de las cuales 70 mil son muertes indirectas (heridos a los que no se ha podido tratar por carencias hospitalarias). 1'8 millones serían los heridos en la guerra.

Para que nos hagamos una idea más exactas si cabe: el 75% de las bajas es responsabilidad de las fuerzas gubernamentales del El Assad, cifra que se eleva por encima del 90% cuando hablamos de bajas civiles o no combatientes. Por ejemplo, el año pasado se contabilizaron 21 mil muertos en Syria, el régimen fue responsable de 15.748 y de ellos, la gran mayoría, 12.044 fueron civiles, incluidas mujeres y niños.

También hay que tener claro que cuando se habla de las durezas pro-gubernamentales no solo hablamos de los soldados y milicias directamente dependiente de el Assad, también incluimos al grupo terrorista libanés Hizbollah y a los voluntarios iraníes que combaten en apoyo de el Assad, así como a las fuerzas rusas que están interviniendo en la contienda desde septiembre del año pasado. Por ejemplo, los bombardeos rusos de septiembre a diciembre fueron la causa de cerca de 1000 bajas civiles, de las cuales 197 niños y 101 mujeres. Esta cifra ha aumentado con la ofensiva sobre la ciudad de Aleppo, que ha causado en las últimas semanas el desplazamiento de 59.000 civiles.

Evidentemente que el régimen de Damasco no es el único responsable del sufrimiento y la destrucción en Siria. La brutalidad del Estado Islámico posiblemente no tenga parangón. Con todo, el régimen de el Assad es el responsable directo, por ejemplo, del 97% de los fallecidos por tortura, del 95% de la muerte de médicos, así como del casi 100% de la destrucción de hospitales.

Por eso el Ministro de exteriores en funciones debería saber que hoy no hay familia en Siria que no haya sufrido un ataque, un herido, una violación, una detención ilegal, una tortura o un muerto en uno o varios de sus miembros. Y por eso todo proceso de reconciliación, ya difícil de por sí, es inviable con el principal repones ale de todo ese sufrimiento como parte determinante del proceso o de su resultado. Tan simple como eso. Si de verdad se quiere una Siria unida y en paz, el Assad tiene que irse.

La idea, por otra parte, de que el sangriento dictador sirio va a servirnos para eliminar la amenaza del Estado Islámico, es querer ignorar que si el Estado Islámico ha llegado a ser lo que es, se debe en buena parte a que el Assad así lo ha querido, dejando que se expandiera y consolidara. Sus ataques han ido esencialmente dirigidos, al igual que los rusos dicho sea de paso, a acabar con la oposición no islamista. Es más, los expertos de Interpol están convencidos de que la campaña de la coalición internacional contra el EI en Irak y en menos medida en Siria, va a provocar un aumento del nivel de amenaza terrorista en nuestro suelo a corto y medio plazo. Porque, efectivamente, la guerra en Siria tiene un frente internacional y un frente doméstico para Europa y Estados Unidos. Ahí están los ataques de París o de San Bernardino. No, el Assad no ayuda tampoco a acabar con el Estado Islámico, ni va a ayudar. Sostenerle por eso, es otra falacia.

En fin, no dejaría de pasar por un error de apreciación sobre las causas y las posibles soluciones al conflicto si no hubiera otros asuntos que ahondan en una visión errónea de toda la región. No voy a entrar en el tema israelí para que no se me acuse de ser partidario. Sólo voy a mencionar una cuestión: ¿qué diría el régimen de los ayatolahs de Teherán si el gobierno español financiará y sostuviera a un líder de la oposición secular y liberal para que pudiera criticarles a la vez que montar un partido político con los que retarles?

Obviamente la pregunta es retórica porque los dirigentes islamistas y totalitarios de la República Islámica de Irán jamás permitirían la más mínima disidencia. Y menos en televisión. Pero la cuestión pone de relieve lo que Teherán ha estado haciendo con Pablo Iglesias y Podemos y antes lo cual nuestro Ministro de asuntos exteriores, tan elocuente en temas de interior, ha callado significativamente. ¿Acaso su visión de una diplomacia mercantil le lleva a preferir el silencio ante una clara injerencia? ¿De verdad es preferible un contrato con Irán a la inestabilidad política que su régimen patrocina en España?

Estar en funciones no puede significar no dar cuenta de lo que se dice, hace o no hace. Y cuando la política exterior amenaza con una deriva peligrosa, qué menos que pedir explicaciones. No todo vale en política. Ni para la oposición ni mucho menos para el gobierno.

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