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Pío Moa

Un país esquizofrénico

¿Sería mucho decir que la corrupción, el terrorismo y la colaboración con él, el ataque a Montesquieu y demás ataques a las libertades tienen mucho que ver con esa esquizofrenia?

Hace poco oí atribuir a Juan Luis Cebrián militancia en el grupo "Defensa Universitaria", que en los años 60 se ocupaba de sacudir a los estudiantes antifranquistas. Como pasa con recuerdos de este tipo, la cosa puede ser real o no, pero coincide con la definición que el propio Cebrián ha dado del franquismo en una reciente conferencia: un régimen nazi-fascista durante gran parte de su existencia. Naturalmente, el ilustre periodista se cuidaba de extraer de ahí conclusiones embarazosas, como que su padre era un nazi-fascista –y muy destacado–, que él se había educado en la ideología y ambiente nazifascista, o que gracias a todo ello había empezado a trepar en la prensa, precisamente en la del Movimiento... nazifascista. Cierto que no ha llevado la cosa a los extremos de la Vice convirtiendo a su padre, funcionario de cierto nivel de tan terrible régimen, en un represaliado del mismo. Pero la postura del inspirador de El País, periódico muy en la línea de Garzón, bien podría llevarle, para ser consecuente, a proponer el enjuiciamiento de su padre, que todavía vive, como Carrillo. O pensemos en Rajoy, vanagloriándose de la inexistencia de franquistas en su familia. ¿Cómo se las apañarían aquellos no-franquistas en régimen tan horrendo? ¿Debemos incluir al propio Rajoy y los suyos en la nómina de quienes lucharon contra Franco, o bien en la de quienes medraron bajo el sistema; o acaso vivieron como anacoretas o se exiliaron? Porque mucha gente, sin ser del régimen, no solo no movió un dedo contra él, sino que prosperó notablemente. Casos semejantes a estos tres se cuentan por cientos.

Estas actitudes personales inauténticas, tan reveladoras y frecuentes en políticos e intelectuales, reflejan un mal mucho más amplio. Un amigo me ha sugerido desarrollar un tema que vengo insinuando hace tiempo, el de la esquizofrenia de nuestra capa política e intelectual, y, por consiguiente, del país entero, su doble personalidad, que rechaza ser lo que realmente es. Este mal de España nace de una transición mediana, con aciertos y fracasos, y con una gran dosis de frivolidad. El mal podía empeorar o mejorar: empeoró con Felipe González y mejoró bastante con Aznar, para caer después del 11-M en la insania abierta. Se niega el pasado y se inventa un presente ficticio.

Más en concreto: tenemos un Rey que ha firmado su propia deslegitimación al admitir la deslegitimación del franquismo, y una democracia cuyos principales partidos y políticos mienten desvergonzadamente sobre sus biografías y orígenes. La derecha habría nacido, de pronto y de la nada, en 1976; la izquierda antifranquista habría sido democrática, como lo serían los presos políticos, comunistas o terroristas el grueso de ellos; la democracia nada tendría que ver con el franquismo, habría surgido por arte de birlibirloque tras la muerte de Franco. Una variante del primer punto asevera que la monarquía no parte del franquismo, sino de la Constitución, cuando es esta la que proviene del Rey, nombrado por Franco saltándose una legitimidad dinástica... dudosa, por cierto.

Lo que se rechaza es precisamente la realidad histórica de que la democracia viene del franquismo, "de la ley a la ley", y que el alzamiento de julio del 36 se produjo contra un proceso revolucionario y un gobierno-régimen ilegal y antidemocrático. Cualquier observador o estudioso con alguna ecuanimidad y conocimiento de los hechos no tiene otro remedio que aceptar estos hechos. Y no olvidemos que la falsificación radical y oficial de la "memoria histórica" comenzó ya en tiempos de Aznar, cuando las Cortes condenaron, con aquiescencia de la derecha, la rebelión de gran parte del país contra el Frente Popular. Desde ahí, las consecuencias vinieron rodadas.

¿Sería mucho decir que la corrupción, el terrorismo y la colaboración con él, el ataque a Montesquieu y demás ataques a las libertades tienen mucho que ver con esa esquizofrenia? El asunto daría para un buen libro, que sugiero a quien esté en condiciones de ponerse a él.

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