Me hacen llegar algunas reacciones "progres" a un comentario de mi blog sobre la hipócrita campaña de El País, y no sólo de este periódico, sobre los curas pederastas. Un problema muy difundido en España, incluso entre gente a la que se supone culta, es la deficiente comprensión lectora, que ronda a veces el analfabetismo funcional, y así, muchos me achacan –ya son ganas y ellos sabrán por qué– la afirmación de que los progres en general, y los lectores del citado medio en particular, son pederastas.
En realidad he escrito que, sean esas personas lo que sean, su ideología carece por completo de argumentos contra la pederastia. Del mismo modo que los seguidores de la demagogia del lobby rosa no son todos homosexuales, ni mucho menos; ni las partidarias del aborto como un supuesto derecho abortan siempre. Pero lógicamente, y por razón de su forma de pensar, habrá entre los lectores y seguidores de El País muchos más pedófilos que dentro de la Iglesia, una de cuyas tradiciones es la condena y oposición a tales prácticas. Hay otra razón, además, por la que la pedofilia cuenta con un campo abonado en medios progres y ultralaicistas: la "alianza de civilizaciones". Pues en otras civilizaciones tales prácticas han sido y siguen siendo vistas –¿cómo decirlo?– con mucha más "naturalidad" que en la tradición cristiana. Con la misma naturalidad estimulada por El País para cosas más o menos similares.
Decía también que, si bien El País sirve en cierto modo a la noticia periodística (destaca lo anormal –que el hombre muerda al perro y no a la inversa– sobre la mucho más habitual pedofilia en los ambientes progres), hace un flaco favor a los suyos, porque la extensión actual de la pederastia entre religiosos, mayor que antaño, procede de actitudes típicamente progresistas fomentadas en diversos medios de la Iglesia a raíz del concilio Vaticano II y ligadas a una gran tolerancia hacia la homosexualidad: la pederastia entre religiosos (y no religiosos) suele ser homosexual. Así, parece que el entusiasmo del New York Times, otro abanderado de esta campaña, disminuyó un tanto cuando comenzó a aflorar el dato de la homosexualidad: ya se sabe que esta prensa cultiva el "orgullo gay", la presunción de que esta forma de sexualidad es tan correcta como la normal, y trata de imponer un tabú a cualquier discrepancia. Su progresismo todavía no ha llegado a justificar las prácticas sexuales de adultos con niños, pero está sólo a un paso de ello, de crear un nuevo "orgullo".
Claro que si, como es obvio, esa gente carece de argumentos contra la pedofilia, como si hace falta ya explicaré, ¿por qué da tan enorme publicidad –una campaña internacional en toda regla– al caso de curas pederastas? Ningún secreto: simplemente ven en ello un modo de perjudicar a la Iglesia católica y a la religión cristiana en general. Y a tan noble fin, que ya ha causado, no hace tanto, algunas de las más sangrientas y sádicas persecuciones religiosas que recuerda la historia, todo vale. No encontrarán ustedes un solo progre que haya expresado un sentimiento genuino por la matanza de clérigos en la guerra de España, o las que se siguen perpetrando contra cristianos en diversos países, y que apenas son noticia para estos campeones de la manipulación informativa.