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Pío Moa

La justicia según el New York Times

La mínima honestidad intelectual obliga hoy a reconocerlo así, o al menos a aceptar la investigación y el debate en el terreno historiográfico. No en el legal, donde carece del menor sentido, a menos que se quiera enjuiciar a Carrillo.

Ortega y Gasset escribió en su tiempo estas certeras palabras:

Hace unos días, Alberto Einstein se ha creído con 'derecho' a opinar sobre la guerra civil española y tomar posición ante ella. Ahora bien, Alberto Einstein usufructúa una ignorancia radical sobre lo que ha pasado en España ahora, hace siglos y siempre. El espíritu que le lleva a esta insolente intervención es el mismo que desde hace mucho tiempo viene causando el desprestigio universal del hombre intelectual, el cual, a su vez, hace que hoy vaya el mundo a la deriva, falto de pouvoir spirituel.

Ahora tenemos otra muestra de esa insolente ignorancia con el New York Times, que en tantas ocasiones ha promocionado el totalitarismo so capa de afición al progreso. Este periódico, con la arrogante desvergüenza de quien no tiene idea de lo que habla, pero se imagina con autoridad moral sobre un país atrasado, defiende a Garzón afirmando que "si, como parece probable, se trataba de crímenes contra la humanidad bajo el derecho internacional, la amnistía de España en 1977, no podía absolverlos legalmente". ¿Parece probable? Pues un periodismo medianamente decente tendría que investigar si ese "probablemente", que puede valer para todo, se acerca a "seguramente" o no. Y si ese periódico cumpliera con la obligación que le impone la deontología informativa, podría hacerlo sin demasiada dificultad, porque hay más que suficiente material publicado que prueba, sin lugar a dudas, que lo más próximo a un genocidio cometido en España fue, sin duda, la persecución religiosa, de la que sus autores y quienes se consideran herederos de sus autores jamás han mostrado el más ligero indicio de autocrítica. También se habría percatado de que la inmensa mayoría de los autores reales o supuestos de los crímenes están muertos, no pueden defenderse ni, por tanto, ser juzgados. Y de que la mayor matanza de prisioneros durante la guerra, con mucho, ha sido la de Paracuellos, cuyo más que presunto responsable, Santiago Carrillo, sigue vivito y coleando. Ahora bien, Garzón se ha negado explícitamente a juzgar a Carrillo alegando la citada amnistía, que por lo visto vale para unos casos, pero no para otros, según el peculiar sentido de la justicia que tienen el propio Garzón, la nunca democrática izquierda española y, por supuesto, el New York Times. 

En el colmo del despropósito y la deshonestidad, el NYT afirma que admitir la causa contra Garzón sería "una parodia de la justicia". ¿Qué más parodia que la de ese diario? E informa-manipula así a sus lectores sobre dicho juez: "Su firme objetivo ha sido negar la impunidad a los poderosos". Pues no exactamente. Garzón investigó el caso GAL sólo cuando Felipe González frustró sus ambiciones ministeriales, ha empleado en la instrucción de sus sumarios métodos propios de los Estados policíacos, ha dado carpetazo a algún caso contra el dueño de un banco al que ha pedido sumas generosas de dinero, ha obrado, en relación con la ETA, según las conveniencias de un Gobierno colaborador del terrorismo, etc., aspectos bien a la vista que al NYT, misteriosamente, se le escapan. 

Dice también que "España necesita una explicación honesta de su pasado turbulento". ¿Hemos de interpretar la honestidad al modo como lo hace ese periódico? Todos los países tienen un pasado turbulento, también Usa, por supuesto, y la investigación, en todo caso, no corresponde a jueces-estrella que hacen un negocio personal de su trabajo, sino a los historiadores. No olvida el NYT una última manipulación: "la demanda contra Garzón fue impulsada por dos grupos de extrema derecha que temen la investigación". Dudo mucho de que si los grupos fueran de extrema izquierda hablase así el NYT. Pero, en cualquier caso, aquí no hay el menor temor a una investigación, excepto por la extrema izquierda, que en España lo es toda ella. Un temor que se manifiesta en su abuso del poder, del que se valen para ocultar o silenciar las investigaciones independientes que demuestran, entre otras cosas, lo dicho más arriba: que lo más parecido al genocidio y al crimen contra la humanidad lo cometieron, precisamente, aquellos partidos que hoy se identifican con el Frente Popular. La mínima honestidad intelectual –que el NYT evidentemente no tiene, al menos en este caso– obliga hoy a reconocerlo así, o, al menos, a aceptar la investigación y el debate en el terreno historiográfico. No en el legal, donde carece del menor sentido, a menos que se quiera enjuiciar a Carrillo, como quedó indicado.

Hay otro aspecto en este turbio asunto, y es la influencia de la propaganda de la Comintern sobre la guerra civil española, influencia que persiste de forma apabullante, debido al escasísimo sentido que existe en la derecha española sobre el valor de la información internacional. De este modo, Willi Münzenberg sigue ganando batallas después de muerto, como una parodia del Cid. El NYT tiene un gran prestigio internacional, pero también una enorme arrogancia y una honestidad profesional harto dudosa.

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