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Pío Moa

El patriotismo de Negrín

Payne señala muy justamente que Negrín no era un demócrata. A mi juicio tampoco era un patriota, más bien lo contrario. Además de extremadamente corrupto. Por algo el actual PSOE lo ha reivindicado.

Mi aserto de que los nacionales eran los patriotas, es decir, los que defendían la nación española, podría quedar contradicho por la evidencia de que el Frente Popular desató en la guerra una masiva propaganda patriótica, llamando a luchar contra la "invasión" de alemanes, italianos y moros. Como ya expliqué, las ideas y tendencias izquierdistas-separatistas eran realmente antiespañolas, y el grito "¡Viva España!" llegó a ser subversivo. Pero todos, y más que nadie los comunistas, entendieron pronto que el patriotismo era una fuerza movilizadora muy potente y quisieron arrebatársela al bando de Franco. Los comunistas, por cierto, eran agentes directos y orgullosos de la Unión Soviética, a cuyos intereses posponían los españoles sin la menor vacilación.

En esa línea, me parece que Payne cae en un error extendido al describir así a Negrín: "A diferencia de gran parte de la izquierda, no solo era un patriota, sino incluso una especie de nacionalista español". Quizá él se sintiese así personalmente, pero lo que cuenta, a mi juicio, son los actos reales, y no encuentro mucho patriotismo en la entrega de Negrín a los comunistas, en la imposición al país de unos sacrificios inútiles cuando la guerra estaba perdida, ni en su empeño por lograr la intervención militar francesa y la extensión del conflicto, que acarrearía muchas más víctimas y daños. También puede describirse como patriota a Azaña en cuanto a sus sentimientos íntimos, siempre que se añada que él pensaba en una España renovada según ideas rudimentarias y simples, y sin raíces en una historia que él caricaturizaba y detestaba según las líneas de la Leyenda Negra. Y lo mismo ocurría con Negrín.

Sobre la polémica en torno a su relación con la URSS y el PCE, Stanley Payne señala que "los comunistas (...) no le consideraban ni un agente ni un criptocomunista, sino más bien un socialista prosoviético que conservaba su propia identidad". Esto es probablemente cierto, y por mi parte nunca creí que Negrín se entregase subjetivamente a los estalinistas. Pero en el plano práctico lo hizo, aun con pequeños desacuerdos ocasionales. No puede olvidarse que Negrín fue el principal fautor de la entrega del oro a Stalin, una decisión que no derivaba de "la imposibilidad de hacer otra cosa", como ha querido justificarse. Derivaba de la estrechísima afinidad, en aquel tiempo, entre la URSS y el partido del Lenin español, aspirante a la dictadura del proletariado, un dato que suelen obviar los apologistas de Negrín; y no incluyo entre estos a Payne, aunque me parece que está algo influido por ellos. El envío del oro a Moscú tuvo una consecuencia política crucial muy rara vez mencionada: redujo al Frente Popular a una dependencia de Moscú, ya que la recuperación del oro era impensable y los suministros bélicos a España dependían de él. Esta cuestión es distinta, y mucho más relevante, de la de si Stalin robó más o menos de aquel oro, asunto a mi entender muy secundario pero que ha recibido atención desmesurada. Dudo que robara porque no le convenía. Lo decisivo fue que, en adelante, el Kremlin controlaba los suministros, es decir, el destino del Frente Popular. Lo cual, junto al hecho de disponer en España del partido más fuerte, organizado y disciplinado, como llegó a ser el PCE (partido agente de Stalin, repito), da idea del grado de supeditación a la URSS que Negrín impuso a la parte del país donde dominó. Que lo hiciese con una u otra intención o ilusión es lo de menos.

Tampoco puedo coincidir con Payne en que Negrín "había llegado a la conclusión de que la guerra debía prolongarse, principalmente para poder negociar una rendición en condiciones más aceptables" y "lograr cierta protección para los muchos izquierdistas que quedarían en el régimen de Franco". Las propias explicaciones de Negrín indican más bien que desde pronto pensó que solo podría ganar la guerra internacionalizándola. Esta fue su estrategia esencial y la base de sus maniobras dilatorias como los "puntos" de los que se burlaba Azaña. Quería, en definitiva, prolongar la guerra civil hasta enlazarla con una guerra general europea, y así lo dijo explícitamente. Y en ningún momento tomó medidas para salvar a los izquierdistas –miles de ellos complicados en crímenes atroces–. Lo que no significa que no fuese un hombre previsor: desde el mismo momento en que envió el oro a Moscú, ya en el primer año de la guerra, organizó concienzudamente el saqueo de bienes públicos y privados con vistas a asegurarse una vida cómoda y una influencia política en el eventual exilio.

Payne señala muy justamente que Negrín no era un demócrata. A mi juicio tampoco era un patriota, más bien lo contrario. Además de extremadamente corrupto. Por algo el actual PSOE lo ha reivindicado.

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