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Percival Manglano

¿Fue Jesucristo un socialista?

La mejor forma de responder es imaginarse el trato que habría recibido Cristo de haber vivido y predicado en un país regido por el socialismo.

La mejor forma de responder es imaginarse el trato que habría recibido Cristo de haber vivido y predicado en un país regido por el socialismo.

Elena Valenciano confesó durante la campaña electoral europea que vivió una "época mística". Lo hizo muy joven, a los 13 años. Y le duró poco. Sus inquietudes le llevaron entonces a sustituir a Jesucristo por el Che Guevara y la Revolución. La evolución intelectual de Valenciano es digna de la izquierda española; su compromiso político es, salvo contadas excepciones, una pose laica. Más aún, ejerce un anticlericalismo militante. Baste recordar que los tres candidatos en las recientes primarias a la secretaría general del PSOE prometieron revisar el concordato con la Santa Sede (algo que, por otro lado, el PSOE lleva prometiendo desde que llegó la democracia y que, sin embargo, nunca ha hecho en los más de 22 años que ha estado en el poder).

La revitalización ideológica del socialismo español que el bolivarianismo latinoamericano está promoviendo a través de Podemos también se aplica a su relación con el cristianismo. De la misma manera que Hugo Chávez proclamó que "Jesucristo fue el primer socialista y Judas el primer capitalista", Pablo Iglesias afirmó en una reciente entrevista que "Jesucristo habría estado en Podemos". Por otro lado, el jefe de campaña electoral de Podemos, Íñigo Errejón, afirmó en el programa La Sexta Noche del sábado pasado que "Jesucristo estaría con los más desfavorecidos" (como lo está Podemos, se entiende). Errejón, por cierto, describe su relación con Iglesias en el capítulo de agradecimientos de su tesis doctoral de la siguiente manera:

En Pablo Iglesias he encontrado un compañero de mente incisiva y voluntad bolchevique.

Más allá de la arrogancia que supone querer apropiarse de la figura de Jesús por razones políticas, cabe preguntarse: ¿fue Jesucristo realmente el primer socialista? Mi respuesta es negativa por las tres razones siguientes (aunque sin duda cabría añadir muchas más; animo a los lectores a hacerlo en la sección de comentarios de este artículo):

1) Jesucristo predicó dar lo propio a los necesitados, no lo ajeno. Ayudar es compartir lo que uno tiene con los demás. Esto se puede hacer a través de la familia, de la Iglesia o de manera individual. Pero el concepto de que un poder quite por la fuerza a unos para dar a otros es ajeno a Cristo. De hecho, el décimo mandamiento requiere no codiciar "cosa alguna de tu prójimo". El socialismo se basa en que el Estado redistribuya la riqueza por la fuerza. Aborrece, al mismo tiempo, el carácter voluntario de la caridad. Esto lleva a la paradoja de que la solidaridad para el socialismo es una política del Estado y no un acto personal de humanidad con el necesitado. El socialismo, pues, deshumaniza la solidaridad. Nada puede haber más contrario a las enseñanzas de Cristo. La superioridad moral está en ser generoso con lo propio, no con lo ajeno.

2) El mensaje de Cristo exalta los sentimientos más altos del ser humano: el amor, la generosidad, el entendimiento, la compasión, el perdón… El mensaje del socialismo –ejemplificado en el de Podemos– excita, sin embargo, sus pulsiones más bajas: el resentimiento, el odio, la envidia, la venganza… Para Cristo, el bienestar de unos no depende del malestar de otros. Al revés, la felicidad depende de actos individuales de esfuerzo moral y ético. Para el socialismo, sin embargo, la riqueza de unos pocos depende de la miseria de la enorme mayoría. Llámense "pobres", "los de abajo" o “desheredados”, la misión socialista es concienciar a la mayoría de la población de que sus problemas se deben a la maldad de unos pocos. De esta manera podrá contar con su apoyo para alcanzar el poder.

3) Jesucristo distinguió el poder temporal del espiritual. La importancia de proclamar "Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios" es que vacuna contra el totalitarismo. En función de esta máxima, ningún poder debe acaparar toda autoridad sobre cada ser humano. Al no ser el Reino de Dios de este mundo, el poder terrenal es y debe ser limitado (algo en lo que coincide con el liberalismo). El socialismo, sin embargo, no cree más que en el poder terrenal: todo es política, todo debe estar supeditado a la política, toda decisión está basada en un interés político. La voluntad del pueblo y la soberanía son fuerzas ilimitadas. Todo obstáculo para aplicarlas (por ejemplo, de la propia Iglesia defendiendo el derecho a la vida de los no nacidos o de los mercados financieros exigiendo que el dinero prestado sea devuelto) es un desafío político y como tal debe ser derrotado.

En resumen, la mejor forma de responder a la pregunta de si Jesucristo fue socialista es imaginarse el trato que habría recibido Cristo de haber vivido y predicado en un país regido por el socialismo.

www.pmanglano.com

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