A tenor de los resultados de las elecciones al Parlamento catalán, Gerona es la provincia más antiespañola de la nación, más que Guipúzcoa. En Gerona, las listas de los tres partidos declaradamente separatistas, CiU, ERC y la CUP, han obtenido un 65% del voto emitido. Sin embargo, la historia de Gerona (la capital sufrió tres sitios por parte de los invasores franceses en la Guerra de la Independencia), y la de sus hijos más prestigiosos (Josep Pla y Salvador Dalí), muestra que su destino ha estado siempre unido al del resto de España.
Uno de los elementos de esta historia es el título de Príncipe de Gerona que ostenta el heredero de la Corona.
En la Alta Edad Media los monarcas tenían un concepto patrimonial de sus reinos y estados, lo que les llevaba a repartir éstos entre sus hijos y entregarlos en dotes matrimoniales de sus hijas. En la Baja Edad Media, con el asentamiento de las instituciones públicas que luego originaron los Estados, se separó la persona del monarca de la propiedad del reino; ambos pasaron a tener personalidades jurídicas diferentes: el reino no es propiedad del monarca y éste no puede administrar aquél como si fuera su casa.
Una de las consecuencias de este nuevo modo de pensar fue la selección entre los hijos de cada rey de uno solo como heredero del reino completo; por lo general, el primogénito varón. Una manera de distinguir al heredero y asociarlo al gobierno del reino pasa a ser la concesión de un título especial y único, fortalecido con el juramento por parte de los nobles y las cortes y parlamentos de obedecerle y reconocerle como sucesor.
En 1301 el rey inglés Eduardo I instauró el título de Príncipe de Gales para su hijo Eduardo, futuro Eduardo II, y como medio para asegurar la soberanía en el recién conquistado país. En 1343, el heredero de la corona de Francia pasó a gobernar la región del Delfinado, que se convirtió en título personal sin prerrogativas territoriales.
Imposición a los condes catalanes
Con estos precedentes, el rey Pedro IV de Aragón, llamado el Ceremonioso, concedió a su hijo recién nacido, el infante Juan, el título de Duque de Gerona. Era el primer hijo que tenía con su tercera mujer, la princesa Leonor de Sicilia. El niño había nacido el 27 de diciembre de 1350 y recibió el título el 21 de enero siguiente, antes de cumplir el mes de vida.
Según la real pragmática, el nuevo ducado estaba integrado por la ciudad de Gerona y las de Manresa, Vich, Besalú, Berga, Santpedor, Camprodón, Castellfollit, Torroella de Montgrí, Pals, Figueras y el vizcondado de Bas, así como los castillos, villas y lugares que dependían de las respectivas vicarías, bailías y procuraciones. Firmaron como testigos de la pragmática importantes personajes que habían respaldado a Pedro IV en los conflictos con su hermanastro el infante Fernando y los nobles que deseaban mantener sus privilegios.
El rey Pedro, que había participado a principios de su largo reinado (1336-1387) con Alfonso XI de Castilla en la reconquista de Algeciras y el sitio de Gibraltar, deseaba asegurar la posición de su heredero. Además, con la erección del ducado, rompía la base jurídica de las antiguas entidades nobiliarias catalanas, consistentes en condados y vizcondados. Por último, el rey de Aragón y conde de Barcelona mostraba su soberanía sobre los notables catalanes: podía otorgar títulos superiores al rango de conde, como duque o marqués, y con jurisdicción sobre territorios catalanes.
En las Cortes celebradas en Monzón en 1363, durante la guerra contra Pedro I de Castilla, el infante Juan fue nombrado por su padre lugarteniente general del reino; y en 1365, a los 14 años de edad, recibió la administración completa del ducado.
En las décadas siguientes, al heredero de la Corona de Aragón se le vincularon otros títulos: Duque de Montblanc (creado por Juan I en 1387 para su hermano Martín), Conde de Cervera (creado en 1371 por Pedro el Ceremonioso para su hijo Juan) y Señor de Balaguer (dado por Fernando I en 1416 al infante Juan, futuro Juan III).
De ducado a principado
En Castilla, el título de Príncipe de Asturias surgió como consecuencia de un tratado internacional y pacto matrimonial. En 1388 se firmó el Tratado de Bayona, entre Juan I de Castilla, hijo de Enrique II, y Juan de Gante, duque de Láncaster e hijo de Eduardo III de Inglaterra, y su esposa Constanza de Castilla, hija del rey Pedro I el Cruel, para concluir el conflicto sucesorio castellano desatado por la deposición y muerte de Pedro I por Enrique II. En el tratado se decidió el matrimonio de los herederos de las dos líneas: el infante Enrique (hijo de Juan I) y Catalina de Láncaster (hija de la infanta Constanza). Ambos recibirían el título de Príncipes de Asturias y sucederían a Juan I, con lo que se unirían las dos líneas.
El territorio elegido fue Asturias como solar de la Reconquista y primer reino de los fundadores de la monarquía, don Pelayo y sus descendientes, por lo que la casa real castellana podía jactarse de ser más antigua y venerable que la francesa y la inglesa. Otro motivo de la elección consistió en el control de los nobles asturianos.
La creación del título de Príncipe de Asturias tuvo una consecuencia en Aragón: el rey Fernando I de Antequera, también de la dinastía Trastámara, elevó el ducado de Gerona al rango de principado, para no ser menos que sus familiares y que de esta manera los herederos aragoneses estuviesen a la misma altura que los castellanos.
El otro reino español, Navarra, también instauró un título especial para el heredero de la corona. En 1423 Carlos III el Noble creó el Principado de Viana para su nieto Carlos, que no llegó a reinar. En 1512 Fernando el Católico conquistó Navarra con tropas compuestas por vascos. Precisamente por la batalla de Velate, la reina Juana I concedió a Guipúzcoa el derecho a incluir en un cuartel de su escudo los cañones capturados por soldados guipuzcoanos a los navarros. Este símbolo fue eliminado por el PNV en cuanto pasó a gobernar la Diputación guipuzcoana.
Felipe de Borbón, tres veces príncipe
Una vez unidos Castilla (con Navarra) y Aragón en el reino de España, los distintos herederos de la dinastía de los Austrias españoles ostentaron los principados de Asturias, Gerona y Viana, al igual que los demás títulos, hasta la Guerra de Sucesión de comienzos del siglo XVIII. Felipe V derogó todos los títulos mediante los Decretos de Nueva Plata y los redujo al Principado de Asturias.
La recuperación de los demás títulos ocurrió con la monarquía instaurada por el general Francisco Franco. Mediante el Real-Decreto 54/1977, de 21 de enero, el rey Juan Carlos I, a propuesta de Adolfo Suárez, concedió a su hijo varón, el tercero en edad, "el Título y la Denominación de Príncipe de Asturias". En el texto se añadía:
También le corresponden los otros Títulos y Denominaciones usados tradicionalmente por el Heredero de la Corona.
En visitas a Navarra, Gerona y Cervera, el príncipe Felipe se ha presentado con los títulos correspondientes, con lo que se vuelve a la tradición de los Austrias.