Juan Manuel Santos heredó la presidencia de la república de Colombia (el segundo país del mundo con más hispanohablantes) de Álvaro Uribe. En 2010 fue elegido presidente porque Uribe no podía presentarse a un tercer mandato y se comprometió a proseguir la política antiterrorista de su predecesor.
Sin embargo, en este cuatrienio Santos ha hecho lo contrario de lo que prometió a Uribe y al pueblo colombiano: en La Habana, bajo supervisión de los hermanos Castro, ha abierto negociaciones con los narcoterroristas de las FARC, a cuyos jefes está dispuesto a conceder inmunidad por sus crímenes; se ha reconciliado con el régimen socialista venezolano, que sigue asilando a las FARC, y se ha enfrentado a quien le dio la presidencia, echándole en cara que no desee la paz.
Su trayectoria política es idéntica a la de Mariano Rajoy en España. Incluso ambos han mantenido relaciones cuando Santos ya era presidente y Rajoy esperaba a que la jefatura del Gobierno le cayese como fruta madura. En 2010 se reunieron en el palacio presidencial de Bogotá.
Sin embargo, ni la derecha colombiana ni Uribe se han quedado impasibles ante la traición de Santos. Uribe ha fundado un nuevo partido, Centro Democrático, con el que se presentó a las elecciones parlamentarias de este año, en las que ha ganado un acta de senador. El mismo partido ha presentado un candidato a las elecciones presidenciales, Óscar Iván Zuluaga, exministro de Uribe.
Después de una campaña sucia, en la que ha habido montajes periodísticos contra el candidato uribista, en la primera vuelta electoral, celebrada este domingo, Zuluaga ha quedado primero, con casi 3,8 millones de votos (29%). Santos es segundo, separado por 500.000 votos.
¿Qué puede pasar de aquí a la segunda vuelta electoral? Lo más probable es que la izquierda desplace sus votos a Santos. La cuarta candidata, Clara López Obregón, que ha obtenido 1,9 millones, ya fue aspirante a la vicepresidencia con el exterrorista del M-19 Gustavo Petro en las elecciones de 2010. Y a la izquierda le interesa tener un presidente decidido a ganarse el Nobel de la Paz rindiéndose a las FARC.
No sólo la izquierda colombiana desea la permanencia de Santos por otro cuatrienio: también la izquierda venezolana.
Por ello, no sería de sorprender un gesto de los narcoterroristas de las FARC, como un desarme de pega similar al realizado por ETA. Pese a que las FARC siguen cometiendo asesinatos horribles: en el último de ellos han recurrido al uso de niños-bomba contra uniformados. No ha sido condenado por las ONG que suelen disculpar a los terroristas y acusar a los militares.
De esta manera, la soberbia y el egoísmo de Santos conseguirían dar a la izquierda una influencia que nunca ha tenido en Colombia por vías democráticas.
Zuluaga puede contar con los casi dos millones de votos de la candidata del Partido Conservador, Marta Lucía Ramírez, que fue ministra de Defensa a las órdenes de Uribe, pero bien pueden no ser suficientes. Queda un quinto candidato, Enrique Peñalosa, ecologista profesional y, como bien sabemos en Europa, aliado objetivo siempre de la izquierda, que reunió un millón de papeletas.
La única manera que tiene Zuluaga de ganar es la movilización del electorado que se abstuvo el domingo 25. En las semanas anteriores a la primera vuelta el Centro Democrático consiguió reventar los pronósticos, hasta el punto de que su candidato ha quedado por delante de un presidente en ejercicio que dispone de los mecanismos del Estado. Para Zuluaga y Uribe, la victoria es posible.