Muy pocos españoles saben que España desplegó tropas en Vietnam en el siglo XIX, en la guerra de la Cochinchina (1858-1862), de acuerdo con el imperio francés. La capaz diplomacia española consiguió que en el tratado que ponía fin a la guerra no participase España. Francia acabó convirtiendo en colonia la Indochina (Vietnam, Laos y Camboya), mientras España perdía frente a Estados Unidos el archipiélago de las Filipinas, del que había zarpado la flotilla española que se unió a la francesa.
En los años 60, en la guerra que enfrentó a EEUU y Vietnam del Sur con Vietnam del Norte, también hubo militares españoles, muchos menos y limitados a labores sanitarias, pero igualmente una expedición desconocida. Quizá la única salida de militares españoles a zonas de guerra en territorio extranjero (excluidos por tanto los territorios de soberanía española de Ifni y el Sáhara) entre la División Azul y la primera guerra contra Irak (1990-1991).
En 1953 Estados Unidos y España habían suscrito tres acuerdos (económico, militar y de defensa mutua). Desde entonces, EEUU se convirtió en el más poderoso aliado español, lo que permitió a Madrid romper la dependencia en política exterior que solía tener de Francia y Reino Unido desde la Cuádruple Alianza de 1834.
Franco aconseja pactar con Ho Chi Minh
El 26 de julio de 1965 el demócrata Lyndon B. Johnson envió una carta con el sello de secreto al general Franco por medio de su embajador, Biddiey Duke. En ella pedía al gobernante español que enviase tropas a Vietnam del Sur.
Las perspectivas de paz en Vietnam aumentarán grandemente en la medida en que los necesarios esfuerzos de los Estados Unidos sean apoyados y compartidos por otras naciones que comparten nuestros propósitos y nuestras preocupaciones. Sé que su Gobierno ha mostrado ya su interés y preocupación concediendo asistencia. Le pido ahora que considere seriamente la posibilidad de incrementar dicha asistencia mediante métodos que indiquen claramente al mundo y quizás especialmente a Hanoi la solidaridad del apoyo internacional a la resistencia contra la agresión en Vietnam y al establecimiento de la paz en dicho país.
Curiosamente, Johnson consideraba que EEUU y la España franquista compartían "propósitos" y "preocupaciones" respecto a la agresión comunista en Vietnam.
De la carta se deduce que el presidente Johnson quería repetir la estrategia política de EEUU en la guerra de Corea, librada en la década anterior: a la agresión comunista de Corea del Norte y de la China roja respondió militarmente una fuerza de países bajo el amparo de las Naciones Unidas (EEUU, Reino Unido, Francia, Filipinas, Canadá, Turquía, Colombia, Australia, Marruecos, Bélgica, Etiopía…).
La respuesta de Franco, fechada el 18 de agosto, fue desalentadora para Johnson: no sólo se negaba al envío de tropas, sino que le advertía de que su país podría perder la guerra y aconsejaba un acuerdo político. En su carta le informaba, entre otras cosas, de la dificultad de vencer en una guerra de guerrillas (se ha vuelto a comprobar en Irak):
Mi experiencia militar y política me permite apreciar las grandes dificultades de la empresa en que os veis empeñados: la guerra de guerrillas en la selva ofrece ventajas a los elementos indígenas subversivos, que con muy pocos efectivos pueden mantener en jaque a contingentes de tropas muy superiores; las más potentes armas pierden su eficacia ante la atomización de los objetivos; no existen puntos vitales que destruir para que la guerra termine; las comunicaciones se poseen en precario y su custodia exige cuantiosas fuerzas. Con las armas convencionales se hace muy difícil acabar con la subversión. La guerra en la jungla constituye una aventura sin límites.
Y añadía su respeto por el dictador comunista Ho Chi Minh:
No conozco a Ho Chi Minh, pero, por su historia y sus empeños en expulsar a los japoneses, primero, a los chinos después y a los franceses más tarde, hemos de conferirle un crédito de patriota, al que no puede dejar indiferente el aniquilamiento de su país. Y dejando a un lado su reconocido carácter de duro adversario, podría sin duda ser el hombre de esta hora, el que el Vietnam necesita.
De todas maneras, Franco decidió el envío de una pequeña unidad, formada por doce militares del Cuerpo de Sanidad Militar. Se pidieron voluntarios y se formó la unidad con cuatro médicos, siete ATS y un oficial de Intendencia que ejerció como enlace con el Ejército estadounidense. El jefe era el comandante Argimiro García Granados.
Casi nadie habló de ellos en España
La misión salió de Madrid y llegó a Vietnam en septiembre de 1966. Su destino fue un pequeño hospital en Gò-Cong, en el delta del río Mekong, a sesenta kilómetros de Saigón. Allí permanecieron los distintos reemplazos hasta la retirada definitiva, en 1971.
El capitán Ramón Gutiérrez de Terán, que se enroló tres veces, declaró en una entrevista (revista Militares, octubre de 2009) que el trato entre los profesionales sanitarios norteamericanos y de éstos con sus ayudantes era "excelente (…) de auténticos compañeros; algo que no ocurría entre los españoles", con independencia del rango.
El capitán médico Merlos Saldaña fue condecorado por el Gobierno de Estados Unidos al arriesgar su vida por atender a un militar herido. Cerca de la residencia de los españoles se encontraba la del Estado Mayor Conjunto de EEUU en la zona. Durante un ataque con morteros, un sargento de esta nacionalidad fue herido. El español cogió un maletín, atravesó el terreno batido y penetró en el edificio, donde atendió al sargento.
Otro testimonio revela que, ante la falta de sangre para transfusiones, un médico español se insertó un tubo en su vena mientras seguía operando a la mujer a la que daba su propia sangre.
El buen trato que daban a los nativos, algunos de los cuales eran guerrilleros del Vietcong, protegió a los españoles de ataques y represalias.
Ni el Ministerio del Ejército ni la prensa española, incluida la del Movimiento, prestaron atención a la presencia de estos compatriotas en Vietnam. La primera noticia que se tuvo fue un artículo de García Granados publicado por ABC en diciembre de 1966. Posteriormente, el periodista Luis María Ansón publicó tres crónicas en ABC, en febrero siguiente.
Un Ejército que ya no premiaba a los voluntarios
Gutiérrez de Terán cuenta lo siguiente sobre la recompensa que recibieron los militares españoles:
Manteníamos nuestro destino original y percibíamos los haberes correspondientes al empleo, más una gratificación de poca cuantía.
Es decir, a diferencia del Ejército de Estados Unidos (o del alemán de la Segunda Guerra Mundial), estar destinado en zona de guerra y con riesgo de morir apenas suponía diferencia en ascensos y pagas con quedarse en un despacho. Al menos, los militares recibieron una Cruz del Mérito Militar.
Sorprendentemente, el jefe del Estado, Francisco Franco, el ministro del Ejército, capitán general Agustín Múñoz Grandes, primer comandante de la División Azul, y otros muchos generales provenían de los círculos africanistas, que a principios de siglo habían reclamado que se les premiase su riesgo y sacrificio en Marruecos con ascensos por delante de los militares que preferían permanecer a salvo en las guarniciones de la Península.
Ésta es una de las pruebas más evidentes de que el llamado Ejército de la Victoria se había convertido, recién celebrados los XXV Años de Paz (1964), en un ejército de oficinistas y burócratas, que sólo pensaba en acumular trienios. Como todo el país.