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Pedro Fernández Barbadillo

El desprecio de Marx por Bolívar

El pensador alemán describió al general venezolano como cobarde, tirano, resentido, mezquino y mentiroso.

El pensador alemán describió al general venezolano como cobarde, tirano, resentido, mezquino y mentiroso.

Como reconocen muchos intelectuales hispanoamericanos, uno de los pecados de las repúblicas nacidas de los virreinatos, que les acompaña hasta hoy, es su deseo de ser antiespañoles. Como escribió el venezolano Carlos Rangel,

para los hispanoamericanos acceder a la vida independiente significó una profunda crisis moral, intelectual y espiritual, un rechazo de sí mismos, tal como los había forjado España, y un referirse, para definir una nueva identidad, por una parte a un pasado mítico, precolombino, buensalvajista; y por otra parte a ideas y prácticas políticas completamente exóticas y que no estaban ni remotamente preparados para manejar.

A este odio por su propia sangre se ha unido un amor enloquecido por pensadores y gobernantes, sobre todo de origen anglosajón, que les pagan con el desprecio. Hugo Chávez calificó de genocidio el descubrimiento y colonización de América por España, presumía de ser el continuador de la obra de Simón Bolívar y se jactaba de haber fundado el socialismo del siglo XXI. Paradójicamente, el fundador del socialismo a secas, Carlos Marx, detestaba al libertador venezolano.

Biografía para una enciclopedia

Entre diciembre de 1857 y enero de 1858, Carlos Marx escribió una entrada biográfica de Simón Bolívar para la New American Cyclopaedia, en la que describió al general venezolano, fallecido en 1830, como cobarde, tirano, resentido, mezquino y mentiroso. El contenido del escrito es tan feroz contra Bolívar que el editor le pidió que citase sus fuentes.

He aquí algunos de sus párrafos:

A Bolívar se le tributó entonces [julio de 1813] una entrada apoteósica [en Caracas]. De pie, en un carro de triunfo, al que arrastraban doce damiselas vestidas de blanco y ataviadas con los colores nacionales, elegidas todas ellas entre las mejores familias caraqueñas, [iba] Bolívar, la cabeza descubierta y agitando un bastoncillo en la mano.

Tras la derrota que Boves infligió a los insurrectos en Arguita, el 8 de agosto de 1814, Bolívar abandonó furtivamente a sus tropas, esa misma noche, para dirigirse apresuradamente y por atajos hacia Cumaná, donde pese a las airadas protestas de Ribas se embarcó de inmediato en el Bianchi, junto con Mariño y otros oficiales. (...) Allí, a fin de cohonestar su huida, publicaron una memoria de justificación, henchida de frases altisonantes.

Cuando los cazadores de Morales dispersaron la vanguardia de Bolívar, éste, según un testigo ocular, perdió "toda presencia de ánimo y sin pronunciar palabra, en un santiamén volvió grupas y huyó a rienda suelta hacia Ocumare, atravesó el pueblo a toda carrera, llegó a la bahía cercana, saltó del caballo, se introdujo en un bote y subió a bordo del Diana, dando orden a toda la escuadra de que lo siguiera a la pequeña isla de Bonaire y dejando a todos sus compañeros privados del menor auxilio".

La intención real de Bolívar era unificar toda América del Sur en una república federal, cuyo dictador quería ser él mismo. Mientras daba así amplio vuelo a sus sueños de ligar medio mundo a su nombre, el poder efectivo se le escurría rápidamente de las manos.

Una intentona de asesinarlo en su propio dormitorio en Bogotá, de la cual se salvó sólo porque saltó de un balcón en plena noche y permaneció agazapado bajo un puente, le permitió ejercer durante algún tiempo una especie de terror militar. 

Ducoudray-Holstein nos ha dejado de Bolívar el siguiente retrato: "Tiene frecuentes y súbitos arrebatos de ira, y entonces se pone como loco, se arroja en la hamaca y se desata en improperios y maldiciones contra cuantos le rodean. Le gusta proferir sarcasmos contra los ausentes, no lee más que literatura francesa de carácter liviano, es un jinete consumado y baila valses con pasión. Le agrada oírse hablar, y pronunciar brindis le deleita". 

Semejantes exabruptos contra un gobernante sólo los repitió Marx al escribir sobre Luis Napoleón Bonaparte cuando éste pasó de presidente de la república a emperador de Francia. En una carta enviada a su amigo y protector, Friedrich Engels, Marx comparó a Bolívar con Faustino Soulouque, el político haitiano que nació esclavo pero en las guerras independentistas y civiles tomó el poder supremo, hasta que en 1849 se proclamó emperador de Haití.

En otras ocasiones, Marx se felicitó de la conquista de la mitad de México por los Estados Unidos en la guerra de 1846-1848. En una nueva carta a Engels (2 de diciembre de 1854) escribió:

Los españoles están completamente degenerados. Pero, con todo, un español degenerado, para un mexicano, constituye un ideal

El progreso como motor de la historia

¿Qué razones explican estas ideas que llegan al racismo? Marx, Engels y los demás socialistas veneraban el progreso y las chimeneas de las industrias como hoy Richard Dawkins y Peter Singer veneran las cucarachas y los simios. En el siglo XIX y gran parte del XX, para los intelectuales de izquierda el objetivo era la industrialización de los pueblos y la formación de inmensas capas de proletariados; el modelo ideal, los planes quinquenales de la Unión Soviética. Para los socialistas decimonónicos, los pueblos anglosajones y alemanes estaban mejor capacitados para cumplir su sueño, por su carácter y religión, el clima en el que vivían y su industria, que los pueblos hispanos, a los que cargaban con todos los defectos, desde la pereza a la envidia.

Pero desde los años 60 del siglo XX, en un giro sorprendente y que también se da en las elites progres de Occidente, los ingenieros de minas y los economistas se convierten en jardineros y antropólogos. Ya no se admira al minero Alekséi Stajánov, héroe socialista por superar las cuotas de extracción de carbón, sino a los Bové que destrozan McDonald’s o los indios en taparrabos. Ya no se propone producir más y trabajar más, sino repartir un trabajo menguante.

Hoy Marx sería para los nuevos guardianes de las esencias del socialismo, como Evo Morales, un saqueador de la Madre Tierra, en el mismo bando que John Rockefeller y Cecil Rhodes.

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