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Pedro Fernández Barbadillo

De los discursos del Rey se han caído Jesucristo y Franco

Cuánto hemos cambiado en estos años, que el rey de España pide permiso antes de mencionar a España.

Cuánto hemos cambiado en estos años, que el rey de España pide permiso antes de mencionar a España.

Los discursos de don Juan Carlos han generado una serie de frases hechas que a su vez han permitido la elaboración de un lenguaje propio, como el de los entrenadores de fútbol. Si éstos han introducido clichés como "Los partidos duran 90 minutos", "En el fútbol juegan 11 contra 11" y "Hemos perdido por el árbitro", el Rey nos ha dejado expresiones como “En estas entrañables fechas”, “La Reina y yo”, “Os insto/exhorto a…”, “Es para mí un motivo de orgullo y satisfacción”, “Como un español más…”.

Desde el primer mensaje de Nochebuena del rey Juan Carlos, tanto el contenido como la escenografía han cambiado varias veces. Entre 1975 y 1978 aparecía la Familia Real completa: don Juan Carlos, doña Sofía, el Príncipe de Asturias y las infantas; desde 1979, sólo el monarca.

La decoración en torno al Rey siempre ha transmitido otro tipo de mensajes. En los primeros años aparecía un enorme belén, que en los siguientes fue empequeñeciéndose hasta quedarse reducido al Misterio, también en 1979. En otras ocasiones se ha colocado un árbol de Navidad y una flor de Pascua. En 1980 el Rey se presentó sólo y como un presentador de telediario: con una mesa delante y unos paneles de madera desnuda detrás; el único símbolo público era una bandera nacional muy enrollada.

Suele haber un baile de fotografías en el mobiliario que rodea al Rey. En 1986, con motivo de la jura de la Constitución por el príncipe Felipe, se observó una fotografía de él. En 2010, meses después de que la Selección ganase el mundial de fútbol, se colocó una foto del equipo. En 2011, el año en que pronunció unas palabras contra Iñaki Urdangarín y la infanta Cristina, que ya habían empezado sus problemas con la justicia, la foto fue política y no familiar: el Rey flanqueado por José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy. En 1983, 1984 y 1993 se añadió una chimenea con fuego encendido para tratar de eliminar la supuesta frialdad del escenario…

El contenido de los discursos muestra también los cambios en la sociedad española.

La pérdida de "nuestro Generalísimo"

En el de 1975, al mes de su proclamación como rey, don Juan Carlos mencionó a quien le dio la corona y también a quien se conmemora en Navidad; es decir, a Franco y a Jesucristo.

El año que finaliza nos ha dejado un sello de tristeza, que ha tenido como centro la enfermedad y la pérdida del que fue durante tantos años nuestro Generalísimo. El testamento dirigido al pueblo español es sin duda un documento histórico que refleja las enormes calidades humanas y los sentimientos llenos de patriotismo sobre los que quiso asentar toda su actuación al frente de nuestra nación.

El hondo significado espiritual de estos días nos puede servir para recordar la actualidad del mensaje de Cristo, hace casi dos mil años. Fue un mensaje de paz, de unidad y de amor.

A partir de este año, tanto Cristo como Franco desaparecieron del discurso de Nochebuena. En 1976 el Rey recordó su proclamación, pero sin mencionar a Franco, como si ésta hubiera caído del cielo.

Hace pocos días se ha cumplido un año de mi proclamación como Rey de España. En aquella ocasión os convoqué a todos vosotros a recorrer juntos la nueva etapa de nuestra historia que se iniciaba.

Y sobre el origen religioso de la Nochebuena se limitó a hablar de noche señalada:

Me he permitido entrar en vuestros hogares, a través de la radiotelevisión, en esta noche tan señalada, para felicitaros muy cordialmente las Pascuas. Junto con la Reina y con nuestros hijos, Elena, Cristina y Felipe, os deseo toda clase de alegrías en las fiestas de Navidad y la mayor prosperidad para el año que comienza. Os deseo la paz en vuestras casas, en vuestro trabajo y en vuestros espíritus.

En el año 1978, pocas semanas después de haberse aprobado en referéndum la Constitución, don Juan Carlos se lanzó por la peligrosa rampa de sacudir su legitimidad, como hizo al firmar la llamada ley de memoria histórica.

Vinculada la Monarquía que encarno al fundamental propósito de devolver la soberanía al pueblo español, y alcanzado este objetivo expuesto al inaugurar mi gestión como Rey de España, hago el propósito de que la Corona continúe y ahonde su voluntad de solidarizar (sic) a los españoles. Su voluntad de unir a individuos, familias y pueblos, de armonizar sus intereses, de alentarles en la tarea vertebral de vivir y convivir con grandeza en la patria común.

Si el pueblo español carecía de soberanía hasta entonces, ¿quién la tenía?, ¿y cómo accedió él al trono?

En 1985 apareció Franco, aunque mediante las elipsis a las que nos hemos acostumbrado en estos años:

Porque hace diez años, al terminar un régimen que ocupó un extenso período de la vida española y que representa ya un trozo de nuestra historia, muchos de los que vaticinaban catástrofes no hubieran creído que íbamos a conseguir una transformación profunda, sin venganzas ni violencias, sin odios ni tensiones insuperables, con capacidad de diálogo y buena voluntad para seguir adelante, tras haber sufrido la dramática experiencia de un enfrentamiento entre españoles que jamás debe repetirse.

¿Elogio, reproche, reivindicación, condena, olvido, aceptación? Un trabajado párrafo polisémico.

En este mensaje de 1985 reaparece Dios:

En esta noche de nostalgias, de alegrías y de tristezas, que Dios os conceda sus mejores dones y que el nuevo año esté para todos lleno de paz y de felicidad.

De españoles a ciudadanos

Otro punto de interés es la progresiva sustitución de la invocación a los españoles por la de los ciudadanos. No sólo se desacraliza la vida cotidiana, sino que la base de la sociedad pasa de lo español a lo constitucional.

Por último, no deja de llamar la atención que las menciones a España antes aceptadas hoy serían tachadas de reaccionarias y hasta antidemocráticas. Como ésta del año 1978.

Somos un pueblo, animoso y altivo, acostumbrado a aceptar las altas responsabilidades de la historia. Un pueblo que desde hace siglos, desde el irrenunciable momento de constituirse como nación, ha sabido vivir con honestidad, universalidad y entereza, protagonizando realizaciones ejemplares que han asombrado a los otros pueblos de la tierra. Así me lo han recordado, una y otra vez, en las naciones iberoamericanas que he visitado, las que forman otras Españas con las que nacemos en la misma lengua y en el mismo espíritu.

Y esta otra de 1979:

Tenemos un proyecto de vida en común que se llama España. Ella nos acoge y protege. Ella nos pide nuestra entrega y nos mira dedicados a nuestro empeño de hacerla mejor y más plena. Por eso, es imposible no sentir esta doble corriente integradora entra la patria y sus hijos, entre éstos y la patria. (…) España no es una nación de perdedores. Como español y como Rey, compruebo cada día la inmensa capacidad luchadora de nuestro pueblo, que se crece cuanto más altas y nobles son sus metas o más profundas las dificultades.

Cuánto hemos cambiado en estos años, que el rey de España pide permiso antes de mencionar a España.

En España

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