Mieo, tengo mieo, miedo de votarte, mieo, tengo mieo, mieo de salvarte. Hay muchos andaluces votantes del PP que se dicen a estas alturas si no llevarán razón los paladines del "voto en blanco", los que como mi amigo, Paco Rubiales, creen que la democracia de partidos está enferma en España, PSOE y PP, y que sólo cabe el voto en blanco u otras opciones que, supongo, como una abstención generalizada o acompañada de rebeliones democráticas, podrán regenerar un sistema al que aplaudimos al principio de la transición cuando éramos unos jóvenes con horizontes, moral y potencia.
La teoría del voto en blanco se fundamenta en la tesis, un tanto libertaria porque de lo contrario se aferraría a partidos menores como Ciudadanos, Unión Progreso y Democracia u otros inventos menores, de que en los partidos mayoritarios actuales no hay solución sino traición a la democracia. En mi pelea contra ellos, que ha sido cordial pero pelea, siempre he defendido que de no ganar el PP en Andalucía sólo podría ganar el PSOE por lo que considerar a todos los partidos iguales en decencia y moralidad significa dar de nuevo el placet al PSOE y arruinar el cambio que representa, por poco esperanzador que les parezca, el PP andaluz.
Defender el voto en blanco en Andalucía puede proceder de dos estrategias:
- Personas vinculadas económica, política o moralmente al PSOE que, al dictado de sus estrategas, deciden difundir la tesis del voto en blanco para apuntalar al PSOE en el poder, incluso desde la crítica, lo que da una idea de la mentalidad sibilina que los infunde y alimenta...
- O de aquellos honrados ciudadanos sin intereses económicos, políticos, sociales y morales visibles o descubribles según los cuales ambos partidos participan de un mismo sistema de corrupción fundamentada en la ley electoral y el sistema de mayorías que promueven la confusión del bien general con el bien del partido.
Dicho esto, baste un cabreo evidente para comprender que las actuaciones del PP en España, casos Gürtel y Madrid, son especialmente destructivos de una esperanza largamente amasada por una militancia fiel como pocas, sufrida como pocas, herida como pocas, machacada como pocas y preterida como pocas: la del PP de Andalucía.
Casi treinta años llevan muchos militantes del PP andaluz esperando el momento de demostrar que su comportamiento político es bien distinto al que han anunciado mil calumnias, improperios, insultos y descalificaciones de un adversario sin escrúpulos. Pero lo que menos podían imaginar es que son los dirigentes del PP nacional los que están contribuyendo a arruinar sus esperanzas y las de todos nosotros, andaluces por el cambio, por la regeneración, por la fin de un régimen malvado e indeseable.
O esto se aclara y se aclara ya –que los partidos no son todos iguales, que hay dirección y norte, que hay ética y vergüenza, que hay esperanza y futuro–, o muchos, y entre ellos nos encontramos, reflexionaremos a partir de ahora sobre la oportunidad del voto en blanco u otras opciones democráticas. Esto no se arregla con un purgante porque la gente está perdiendo la fe y cuando se pierde la fe, el infierno toma las riendas. El martes, dicen, van a hablar. Vale, pero hablen alto, claro, inteligente y humildemente porque los tiempos que nos llevan dados son de gente incapaz, pequeña, minúscula, insensata y egoísta, dispuestas a arruinar el sacrificio de millones de españoles en altares impropios, insuficientes e inmorales.
Lo dicho, dos días tienen. Aunque mucho daño ya está hecho, aún es posible salvar el penoso bochorno de permitir que Zapatero sea el ganador de las próximas elecciones y de que el "nieto" de Chaves, Griñán, con una jubilación tiznada en los pelos canosos de la barba, sea el mandamás de la Andalucía desde 2012 hasta que tenga casi 70 años, cosa que ya no aguantaremos ni aguantará nadie más.