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Pablo Planas

Puigdemont, Peineta y Pedorreta en Madrid

Para no ir en serio, parecían bastante convencidos no sólo de la celebración del referéndum sino de la inmediata proclamación de la República catalana

El último argumento nacionalista para calentar el ánimo de sus huestes es que la relación entre coste y beneficio del llamado proceso es "extraordinariamente favorable" a sus intereses. Tal cual lo soltó Francesc Homs en uno de esos bolos unplugged en que los dirigentes separatistas presumen de tener a todo el mundo controlado y lanzan avisos a los funcionarios sobre el obligado cumplimiento de las disposiciones del Parlament.

Que lo diga Homs, que ha perdido el escaño en Madrid, prueba el escaso efecto de la política de penas menores para delitos mayores, de las inhabilitaciones frente a lo que ya no es un golpe de Estado sino un Estado paralelo, una Generalidad fuera de la ley y un parlamento convertido en una asamblea okupa en manos del voto de calidad del sector más radical y atrabiliario de la CUP.

Aún prevalece en el moderantismo monclovita la teoría para iniciados de que la cosa no va de veras porque al amigo Oriol (Junqueras) no le interesa el referéndum y la "nueva" Convergencia busca candidato macronita para un nuevo escenario de autonomismo bien entendido. Para no ir en serio, en el mitin de este lunes en el centro de Madrid parecían bastante convencidos los tres intervinientes no sólo de la celebración del referéndum sino de la inmediata proclamación de la República de Cataluña en calidad de estado soberano del concierto internacional de las naciones.

Si Puigdemont, Junqueras y Romeva tuvieran un talento a la altura de su cuajo, en vez de pronunciar discursos hubieran hecho un "tricicle", el memo, con perdón de los mimos, a base de cortes de mangas, peinetas, pedorretas y una traca final con doble calvo del "minister" catalán de Asuntos Exteriores.

La terna catalanista no se presentó en Madrid para pedir la vez y tomar la alternativa, sino para avisar de lo que hay, hechos consumados, por si al Gobierno le interesa no hacer más difícil (es un decir) la rendición incondicional y se aviene a lo que sería (o será) un referéndum tan parecido a la democracia como una violación al sexo consentido. En el fondo es por nuestro bien, dijeron los tres, uno tras otro.

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