Del GAL al Faisán, el PSOE mantiene una relación con ETA en la que no existe el medio tiempo, ni, por supuesto, la más elemental noción de la legalidad. O sea, una de GAL y otra de arena, compadreo y confidencias. Que se trata del mismo partido, de la misma gente, es palmario dada su propensión al delito y a la chapuza, su desprecio por las leyes y por las más básicas reglas de la moral, signos de identidad de una formación acostumbrada a chapotear en el fango y empatizar con el sustrato político de la banda, al que se trata de redimir contra su voluntad y, lo que es peor, contra su naturaleza. De Rubalcaba a Eguiguren, de Camacho a Víctor García Hidalgo, como de Vera a Barrionuevo, o Corcuera a Felipe, el socialismo español se maneja con una sola regla: el fin justifica los medios.
Que todos y cada uno de los "acercamientos" a ETA del PSOE se hayan saldado con sangre acentúa el determinismo socialista, la carga instintiva que prueba la obsesiva tendencia a tropezar todas las veces que sea menester con la misma piedra. En apariencia se podría creer que el PSOE extrajo las suficientes conclusiones de la época de la guerra sucia como para caer en esos o parecidos errores. De hecho, el contraste entre los procedimientos del GAL y los usos negociadores actuales parece demostrar que el PSOE ha cambiado de táctica, de estrategia y hasta de posición. Sin embargo, tanto en el felipismo como en el zapaterismo, la marca de la casa consiste en romper los límites de la legalidad para adecuar las circunstancias políticas y jurídicas a su particular hoja de ruta sobre el "conflicto". De este modo, el Código Penal es una bagatela, una especie de letra pequeña dispuesta para no ser atendida.
Sí ya había motivos suficientes para asistir a la manifestación del sábado, el cinco a las cinco en Serrano con Juan Bravo, las revelaciones sobre los teléfonos de Interior desde los que se gestó el chivatazo a ETA añaden sal a las heridas y más desconfianza, si cabe, respecto a las vías abiertas entre el Gobierno y los terroristas. Dadas las circunstancias, las groseras pero inevitables deducciones del baile de llamadas del faisán a la royale, sorprende que UPyD y PP consideren fuera de lugar la convocatoria de las víctimas de este sábado. Mil muertos después, trescientos mil exiliados más tarde y tras unas cuantas mentiras y chivatazos, no parece que el control que ejerce la oposición respecto a los contactos entre el Gobierno y ETA sea eficaz para salvaguardar las líneas rojas.