Después de casi cuatro décadas de odio a España, discriminación del español, inmersión lingüística forzosa, adoctrinamiento escolar, manipulación mediática, corrupción a saco y el anuncio de un segundo referéndum de autodeterminación en Cataluña, la ministra de Defensa, Dolores de Cospedal, recuerda que el Ejército está para preservar la integridad territorial y la soberanía nacional. También la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, exhibe músculo de abogada del Estado para decir que el Gobierno es capaz de refutar la ley del referéndum en 24 horas. Y por si aún quedaban dudas sobre la rotundidad wagneriana de la retórica gubernamental, Mariano Rajoy ha dado un paso al frente para oponerse gallardo y decidido a los planes separatistas con el demoledor argumento de que "los delirios totalitarios nunca vencerán al Estado".
Estupendo, magnífico, impecable. Muy bien Dolores, Soraya y Mariano. Pasa que Puigdemont se parte, Junqueras se troncha y Romeva se monda el coco con el filo de los folios de las sentencias y requerimientos del Tribunal Constitucional. Por no hablar de la CUP, que quiere convertir la catedral de Barcelona en botiga de maría, academia de acrobacias malabares y liceo de la flauta. Casi dan ganas de que se salgan con la suya para asistir a tan prodigiosa transformación y ver la cara que se les queda a los Pujol, Junqueras y Puigdemont, tan de misa bajo palio ellos y más ahora que se han reconciliado con Omella, porque el arzobispo ya es cardenal y ha firmado un panfleto episcopal con sus colegas catalanes a favor del referéndum.
El Estado en Cataluña pinta ya muy poco o nada. Aludir al papel del Ejército en el ordenamiento constitucional es hablar por hablar. Ponderar la capacidad de respuesta administrativa de la Abogacía del Estado supone caer en la trampa de que la ley del referéndum es una norma jurídica en vez de un mojón de veinte folios con manchas de grasa de fuet en el original. Se ha tachado el texto de bolivariano, pero tal truño no se lo comerían ni los amanuenses de Maduro. En cuanto a Rajoy, presume de la fortaleza de la democracia española cuando en Cataluña esa democracia ni está ni se la espera.
¿De qué Ejército y de qué integridad habla la ministra de Defensa si el Gobierno en el que participa ha descartado aplicar la Constitución y su artículo 155? ¿De verdad se cree la vicepresidenta que los recursos en el TC van a frenar a los golpistas? ¿Será Rajoy capaz de evitar las represalias a los ciudadanos que se nieguen a formar parte de las mesas electorales o se limitará a repetir que España es una gran democracia para evitar que el vecino separatista rarito no le llene la puerta de casa de excrementos ante el silencio de la comunidad?
Como decía Santiago Vidal, el exsenador de ERC y exjuez que redactó una carta magna catalana entre fallos y sentencias, la Generalidad tiene a todos los catalanes fichados. O sea que hay censo y puede que hasta urnas, a tenor de la cantidad de cubículos de metacrilato que decoran los fastos del referéndum. El Gobierno puede torpedear la consulta que ya mismo es una chapuza antidemocrática, pero el 1 de octubre se va a encontrar con un mondongo en forma de simulacro de votación, gente encadenada a las puertas los colegios, protestas en las calles y acampadas en las plazas.
El frente separatista no prepara una votación sino una rebelión y tiene una red clientelar suficiente como para aparentar que más de la mitad de la población está a favor de la independencia. Dispone además de las administraciones, el sistema educativo entero, los medios y la magnífica línea Montoro de crédito a coste cero para gastarse el dinero de todos los españoles en manifestaciones, embajadas y propaganda supremacista a cargo de mercenarios como Rufián y el alcalde socialista de Blanes.
¿Qué tiene el Estado frente a eso? Todo y nada, porque el Gobierno del PP es el primero que no cumple con la Constitución. De lo contrario, ya habría aplicado el referido 155. Así es que los ciudadanos de Cataluña contrarios al proceso separatista están solos y sólo ellos podrán parar el golpe con una desmovilización consciente y activa, con la disidencia por pasiva, negándose a formar parte de las mesas electorales como se negó la profesora Dolores Agenjo a ceder las llaves del instituto del que era directora en Hospitalet para el 9-N. Los ciudadanos que sean designados presidentes, vocales o suplentes de mesa y se declaren insumisos frente a la norma suprema que se han sacado del sobaco convergentes, republicanos y cuperos no van a tener un Estado detrás sino un Estado ausente o en contra, porque el Estado en Cataluña es la Generalidad desde que Pujol dijo que él era el representante ordinario de la cosa en su cortijo.
Disidentes, objetores, botiflers, charnegos, autonomistas, posibilistas, pragmáticos de Unió, unionistas de Vox, defraudados de Ciudadanos, asqueados del PP, estafados del PSC, miembros del Centro Izquierda de España, podemitas internacionalistas, ácratas altermundistas e infiltrados del CNI en la CUP, fascistas todos: la cosa está jodida. Si vais a votar, las manos os olerán a mierda durante décadas. Si os negáis a formar parte de una mesa electoral, dejaréis de existir, seréis muertos en vida, no podréis optar a oposiciones de cualquier tipo y no podréis hablar de política en público. Y el 155 no se aplicará jamás, que lo sepáis. Podemos ser la mayoría zulú, pero el hombre catalán tiene caballos, fusiles y ametralladoras.