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Las vacaciones de Carmena y la moral de izquierda

La imagen de la alcaldesa de Madrid en pareo casi es tan ofensiva como la de Rato tirándose al mar desde un yate pistonudo.

La imagen de la alcaldesa de Madrid en pareo casi es tan ofensiva como la de Rato tirándose al mar desde un yate pistonudo.

La imagen de la alcaldesa de Madrid en pareo casi es tan ofensiva como la de Rato tirándose al mar desde un yate pistonudo. La diferencia radica en que el segundo está imputado y la primera aún no. Concurre también la circunstancia de que Manuela era juez antes de ser parte de Madrid. Con el sudor de su frente se habrá ganado pasarse una o dos semanas, lo que sea, a la bartola en una casa de lujo de Zahara de los Atunes, provincia de Cádiz. No debería dar explicaciones, salvo en lo concerniente a los días de asueto de más que se habría tomado en atención a que no lleva más de tres meses en el cargo. Pero Carmena ha entrado al trapo. Excusatio non petita, accusatio manifesta. Se ha sentido obligada a informar de lo que hace en su tiempo libre. ¿Mala conciencia? Lo que sea, pero ha pretendido convertir un casoplón de 4.000 euros a la semana en una humilde morada de 3.800, un piso patera con ocho familiares dentro, que a escote convierten el estipendio en, según ella, 600 euros por cabeza. No cuadra. A ese precio salen por 475 la barba. Da igual.

La alcaldesa podría haberse ido perfectamente una semana a Katmandú, que seguro que es más caro, pero ha preferido las vistas atlánticas y el atún semicrudo. No habría problema si no fuera porque Carmena es alcaldesa dado que encarna el ejemplo de austeridad, rigor y compromiso de una líder con un pueblo sobre el que pende la amenaza del desempleo perpetuo o tal vez el aviso de un lanzamiento inminente, una ejecución hipotecaria o el hambre de los niños abandonados de Ana Botella. La exjueza, como la alcaldesa Colau, puede hacer lo que le plazca, faltaría más, pero en calidad de cargo público y electo estaría obligada por una determinada moral que no se cumple en absoluto. Es la intemporal disquisición entre la izquierda, la riqueza y su reparto. ¿Se puede ser rico y de izquierdas? Por supuesto. Los millones de Roures, Wyoming o el separata de la Trinca en la lista de Mas (Gran Hermano, Operación Triunfo) son producto de la libre competencia, del mercado, de las audiencias y del boom inmobiliario, porque no todo es entretenimiento en la izquierda.

Se puede ser rico, pero no se debería hacer ostentación. Y más cuando no sólo se perora sobre el bien común, sino que se promete a espuertas. Carmena y Colau son las alcaldesas maternales que iban a acabar con los desahucios. El techo es una necesidad primaria. Ojo a lo que dice la Constitución Española al respecto: Título I, de los derechos y deberes fundamentales, capítulo tercero, de los principios rectores de la política social y económica, artículo 47:

Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación. La comunidad participará en las plusvalías que genere la acción urbanística de los entes públicos.

Mucho se habla del Título VIII, de la organización territorial del Estado, capítulo tercero, de las Comunidades Autónomas y artículo 155, aquel que dice que si alguien hace un Mas se le da un aviso para se calme. Incluso se discurre sobre el artículo 8 del Título Preliminar: "Las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional". A la contra, lo de la vivienda "digna y adecuada" pasa inadvertido y se refiere al problema de las hipotecas burbuja, que afecta a miles de personas en España y que habría impulsado, junto al sueldo por respirar, hasta la poltrona a las alcaldesas podemitas.

La Carta Magna no se ha cumplido jamás, ni el título primero, ni el octavo ni el preliminar. Eso es una obviedad, como la felicidad y la libertad en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos del 4 de julio de 1776. Se trata de oraciones subordinadas a la moral, la ética, el bien común y la bondad. Los españoles tienen derecho a una chabola y los estadounidenses a la felicidad. Se olvida con frecuencia, por cierto, que antes de la felicidad figuraba la libertad en un país que importaba esclavos a la hora de redactar aquellas líneas.

De vuelta a las vacaciones de Carmena, la alcaldesa de Madrid ha pisado un charco hondo y hediondo. Es rica, más rica que Monedero, tanto como Romeva, mucho más que Iglesias si no se tuerce lo de Pablo. No debería haber el más mínimo problema. Ocurre que le han votado para colectivizar las vacaciones en Zahara, no para alternar con los pijoprogres de Madrid en los mejores restaurantes de la zona. Matiz.

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