
Se supone que la sobreexposición mediática de Pablo Iglesias y sus colegas debe reducir el impacto final de Podemos en la política española. Y, al igual que ha sucedido con el pequeño Nicolás, ha bastado el pico de la muleta para que la fiera enseñe los cuernos. Iglesias es como un concursante de Adán y Eva, una emulsión de Gran Hermano. Demasiado tiempo frente al televisor de pequeño, muchacho. El compañero ya tiene un caché y está que lo peta. Es el amo de la fiebre del sábado share y por su partido mata. Si Belén Esteban es la princesa del pueblo, Pablo es el Pijoaparte que sueña con ocupar La Moncloa.
El zapping es el metrónomo de la actualidad que envenena las encuestas y otorga a Podemos las llaves del Congreso de los Diputados. La caspa, la casta y la Corte avizoran a los complutensenses, la tuna de Ciencias Políticas, lo que según Pedro Arriola debiera engordar el voto del miedo. El ministro De Guindos es el cartel electoral del PP frente al cataclismo de las audiencias, el Niño de La Tuerka y la venganza de Moctezuma.
El submundo de Hombres, mujeres y viceversa es más amplio de lo que parece a ojo de buen cubero, y si bien es verdad que la mayoría de sus participantes podría ser votante del PP o del PSOE, la audiencia es podemista, entre otras razones porque carece de medios para pagarse el estilismo. En cambio, imitar a Iglesias es más fácil. La venganza de Moctezuma radica en que lo que se avecina es una mezcla de Evo Morales, el difunto Chaves y el más difunto Fidel Castro, algo así como el décimo pisco sour; mortal de necesidad.
La tuerka es en realidad una actualización de la bandurria a base de metralla y una vuelta de matraca, además del programa Big bang theory style de Iglesias. La tuna en versión mákina malekón, klavelitos de mi korazón. Según la whiskypedia, la tuna es un "conjunto universitario que usa instrumentos de cuerda". Krahe prefería la hoguera, pero la soga tiene su punto. Lo peor está por venir.