Se han agotado las existencias de espumoso en la sede de Can Pujol y en las segundas y terceras residencias de la famiglia, mientras crece la bola de las grabaciones escogidas entre el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, y el director de la Oficina Antifraude de Cataluña (OAC), el magistrado en excedencia Daniel de Alfonso, en su día recomendado de Duran Lleida y nombrado por Astut Mas para dirigir un badulaque destinado a velar por el buen nombre de los corruptos, una coartada tapadera para exhibir el celo catalanista en materia de moralidad administrativa en el oasis del tres por ciento, los pelotazos de los hijos y delfines del patriarca y el contrabando de tabaco andorrano de un exconsejero de ERC, entre otros casos de los que la dicha oficina no tenía ni puñetera idea, lo simulaba o pasaba millas.
El procés no está muerto, sino de parranda, mientras sus líderes redoblan tambores. Mas habla del "contubernio de un Estado de matriz franquista", con un par judeomasónico que hace juego con su apellido, y reclama el archivo del caso 9-N, cuando se pasó por el arco del triunfo al Tribunal Constitucional y al Gobierno con dinero y medios públicos para montar aquel referéndum del volem votar i som collonuts. Su sucesor, Carles Puigdemont, alude a un "GAL informativo" contra el "soberanismo" y maese Junqueras reedita el operativo Rubalcaba post 11-M para desalojar del poder al bailongo de La Toja. Conjura, conspiración y cloacas del Estado son los conceptos de moda entre la clase separata, el socialismo neomarxista y la jauría bolivariana en el tramo final de campaña después del petardo del 21-J.
Si en España hubiera un Estado digno de tal nombre, pa chasco se habrían pasado treinta años la señora de Pujol, el tal Pujol y sus vástagos yendo y viniendo a Andorra para el metesaca de la pasta y las consultas con la bruja Adelina. Si eso que llaman "Estado" funcionara siquiera al ralentí, el referéndum de Mas no habría sucedido como sucedió y los trincones del tres por ciento, los recalificadores de terrenos, los recaudadores convergentes, los mamones de la teta pública y los trileros políticos no andarían mitineando por los platós y los estudios de radio con el desahogo y desparpajo característicos de los choripanes.
Es más, si en España hubiera un mini-Estado modesto y pequeñín, pero cabal, al ministro de la porra no lo pillaría el carrito de los helados charloteando con un pavo con Síndrome de Münchhausen que ahora jura por sus hijos que él no ha sido y que no se va a comer el marrón de haber grabado al titular de la cartera, pues tal es el nivel del supersopla de la oficina siniestra.
En los ámbitos del PP se confía en que el escándalo derive en la tesis de que el Gobierno de Rajoy, lejos de dar alas al independentismo catalán, le buscaba las vueltas para torpedear la hoja-ruta de los recogenueces de Otegui. En otros círculos, el bochorno es indescriptible porque sí, efectivamente, hay una conspiración del "Estado" que consiste en hacer el chorra y jugar a los espías en unos despachos y financiar la juerga flamenca y separatista en las covachuelas de al lado.
Una cosa está clara. La coordinación gubernamental es impepinable. Todos los ministerios coinciden en insuflar aire al mentado procés, sea por torpeza, engañifa, estulticia margalliana o dinerico del FLA para pagar las embajadas catalanas, por no hablar de la guerra de los comisarios, no sólo de policía de unos y de otros, de los rubalcabianos, los rajoteros planetarios y los masianos, en dura pugna por demostrar quiénes son más merluzos, inútiles e incompetentes. No pain, no Spain.
Pablo Planas
Fiesta mayor en Can Pujol
Todos los ministerios coinciden en insuflar aire al 'procés', sea por torpeza, engañifa, estulticia margalliana o dinerico del FLA.
En España
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