Por más que se escudriñe en la política catalana, que es como un subgénero gore, no hay una sola señal que no remita al lado friki de la vida. Entre el correo remitido a Moncloa desde Barcelona consta el voluminoso documento elaborado por el Consejo Asesor para la Transición Nacional (CATN, en adelante) sobre las posibilidades legales de llevar a cabo un referéndum ilegal sobre la secesión de Cataluña. Hasta cinco vías han detectado los consejeros áulicos de Artur Mas para conseguir ese propósito. Y todas de un inmaculado sometimiento a las leyes vigentes, se jactan en la Generalidad. Cuesta imaginar cómo puede ser legal aquello que es en sustancia ilegal, incluso si se lee la Constitución de derecha a izquierda. Claro que, en manos de un equipo de juristas de CiU y ERC, un alunizaje para saquear el Palau de la Música (lo de Millet) puede quedar reducido a un simple problema de estacionamiento indebido.
Lo singular del documento es, en realidad, el concienzudo estudio que contiene sobre las técnicas de elaboración de preguntas para referéndums secesionistas, lo que más que comenzar una casa por el tejado es como montar un castillo de naipes en un túnel del viento, pero en funcionamiento. O como exhibir un as en la manga antes siquiera de comenzar la partida
Los abanderados del soberanismo esparcen aquí y allá la especie de que en Europa se observa con detenimiento y en algunos casos hasta con simpatía lo que ocurre en Cataluña. Será en privado, tan en privado como ha sido recibido Mas en las oficinas comunitarias. Sin embargo, los referentes internacionales del nacionalismo catalán superan, y de largo, el margen europeo. Analizados por los miembros del CATN, los referéndums llevados a cabo en los últimos decenios en todo el mundo, han llegado a la conclusión de que donde mejor se lo montaron fue en Eritrea y Sudán del Sur, y esto no es ninguna broma. En el Quebec, por contra, todo se hizo mal. Más bien les salió mal a los secesionistas, pero los estudiosos del CANT afirman que la pregunta era demasiado sofisticada. ¿Qué como era la pregunta? Esta: "¿Está de acuerdo en que el Quebec debería ser independiente después de hacer una propuesta formal al Canadá para una nueva asociación económica y política dentro de los términos de la ley?". Alambicada sí es, pero no tanto como para pensar que supera la comprensión gramatical de los nativos quebechuás.
En cualquier caso, Quebec ya no mola y lo que se sostiene en esos papeles enviados a Madrid es que la pregunta, cuanto más simple, mejor, como en el caso sudanés, en cuya papeleta sólo aparecían dos opciones: "unidad" o "secesión". También les seduce el tipo de pregunta a la eritrea, que fue, según los dichos asesores, algo así como: "¿Desea que Eritrea sea un país independiente y soberano?". Aun a riesgo de caer en una posición atlantista, eurocentrista, colonialista y prepotente, no se puede afirmar (en serio) que Sudán del Sur y Eritrea puedan ser ejemplos a seguir para sociedades democráticas con ciudadanos provistos de pasaportes Schengen. Ni por mucho que Mas sueñe cada noche con Martin Luther King se entiende que Asmara o Yuba, capitales de Eritrea y Sudán del Sur, respectivamente, sean focos de atracción intelectual más sugerentes y acreditados para sus asesores que Londres, París, Berlín o la ciencia política clásica, pero las cosas cambian. Los deportes rurales vascos, por ejemplo, tienen más predicamento ahora mismo en Barcelona que en la propia Rentería.
Tal como están las cosas por aquí, en la capital catalana, a los nacionalistas les preocupan más sus propios errores que las equívocas respuestas del Estado a sus múltiples desafíos. Aunque cueste creer fuera de Cataluña, Duran i Lleida es considerado un quintacolumnista y un botifler; en el mejor de los casos un tibio enganchado al Palace de Madrid. Cuando la política y la vida se entienden como una secuela de Uno de los nuestros, el filme de Scorsese, suceden esas cosas. Otro notable nuevo disidente es Francesc Granell, a la sazón director general honorario de la Comisión Europea, cuyo caso resulta doblemente significativo al ser poseedor de una Cruz de Sant Jordi (también Peret, por otra parte) y tratarse del primer jefe que tuvo un bisoño Artur Mas en las dependencias de la Generalidad. A Granell se debe una comparación que ya ha hecho fortuna: "Una Cataluña independiente sería como Somalilandia, un Estado fallido". A un tiro de piedra, por cierto, de Eritrea y Sudán del Sur. Al final va a ser verdad que África empieza en los Pirineos... orientales.