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Pablo Montesinos

Terremoto Aznar: así sucedieron los hechos

Se confunden, pues, quienes pudieran creer que Aznar se calentó en un momento de la entrevista y empezó a disparar y a diestro y siniestro.

Prácticamente nadie era consciente del terremoto político que en la noche del martes iba a producirse. No aporta novedad decir que José María Aznar siempre suele dar titulares y que, tras semanas de silencio y con varias portadas de El País a su contra, su entrevista iba a ser noticia de apertura. Pero, ¿hasta tal extremo? Al menos en la cúpula del PP no lo creían: "Irá a defenderse de todo lo que se ha dicho, pero no esperamos mucho más", decían en a víspera. Un comentario de alguien próximo, sólo horas antes, evidenciaba lo equivocados que estaban en Génova: "No se va a callar. Guardar sitio en vuestras portadas".

Se confunden, pues, quienes pudieran creer que Aznar se calentó en un momento de la entrevista y empezó a disparar y a diestro y siniestro. No. Lo tenía todo meticulosamente calculado: "Ni más ni menos, ya era hora", corroboraban sus allegados. Sus palabras estaban tan estudiadas como sus silencios previos. Cuando todavía no había salido de los estudios de Antena3, los populares ya se habían abalanzado a sus teléfonos con nerviosismo generalizado: "Ha dicho lo que ha dicho, ¿no?".

Estaban quienes exaltaban que "por fin" había dicho "lo que muchos pensamos: que tenemos que volver, sin demora, a las políticas de nuestro programa electoral". Pero también los que, rápidamente, le tachaban de "desleal con Rajoy y con España", y tirando de ese hilo se quejaban de que "intenta conseguir intereses personales a costa del partido que él mismo hizo grande". Si bien, unos y otros, marianistas y aznaristas, se hicieron una misma pregunta: "¿Qué habrá pensado el presidente?".

Desde luego, el protagonista no nos contestó a esa cuestión. Había que estar en Bruselas para darse cuenta de la calculada puesta en escena: sonrisa de oreja a oreja e ironía para esquivar un golpe durísimo, con todo el PP pendiente a cada una de sus palabras. Él no lo dijo, pero su entorno sí: "Está dolido, ¿cómo no va estarlo?". Y lo argumentaron: "Mariano nunca ha dicho una palabra malsonante de su antecesor. Se llevan mal, sí, pero él nunca lo ha admitido en público (…) Si algo no le gusta es que los trapos sucios se aireen de cara a la opinión pública". Rajoy siguió fiel a este estilo, pero advirtió a navegantes: no piensa cambiar y, con ello, dejó caer a los infiernos la petición de Aznar de un renovado proyecto nacional.

Mientras, en Madrid, todo se analizaba y todo se comentaba pero, principalmente, su hipotético regreso a la arena política. Si bien, en este punto, ni tan siquiera declarados aznaristas lo ven como algo factible: "Ha sido un toque de atención muy serio. Cuando habla de responsabilidad con España quiere decir que no puede quedarse callado si no se hace lo que se debe", argumentaban. En Moncloa y en Génova eran más severos: "Está sólo, completamente" y "así quedaría demostrado en un congreso".

Un día después de la entrevista, "muy tranquilo", Aznar ya estaba en Nueva York. El lunes volverá a tomar la palabra para hablar analizar las figuras liberal-políticas conservadoras de España. Históricos del PP ya estudian cómo conseguir reconstruir puentes y evitar un cisma mayor: "¡Es nuestro presidente de honor!", recuerdan. Un gesto fue el comunicado urgente para desmentir pagos a Miguel Blesa, íntimo suyo, en su época en Caja Madrid. Y también que, en privado, se haya reconocido que Génova no ha dado la cara por él ante "la campaña" del grupo Prisa.

Aunque, a pesar de que exista esa buena voluntad por parte de algunos, lo cierto es que las posturas están muy enconadas y los marianistas, hoy en el poder, van a tardar mucho en perdonar, si es que lo hacen, que Aznar ilustrara ante una audiencia de más de dos millones de personas que una parte de las bases del PP están muy descontenta con su propio delfín, hoy presidente del Gobierno, Mariano Rajoy.

Esperando como siempre noticias de la casa socialista, besos, Pablo.

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