Querida Ketty:
El Rey se convirtió en el gran protagonista de la Cumbre Iberoamericana. Pero no por sus dotes como embajador de España. Desde el minuto uno, desde la primera imagen, se vio claramente que Don Juan Carlos no estaba bien. Con el paso de las horas de un día que parecía eterno para el monarca se hacía más evidente que se sentía no solo cansado o fatigado, sino dolorido. Tanto es así que, en un giro inusual de Zarzuela, se anunció que algo diría de su estado de salud en el último de los actos, ya pasadas las nueve y media de la noche.
Los camareros de El Faro, el restaurante por excelencia de Cádiz, ya advirtieron en la víspera de que el monarca estaba regular: "Le hemos visto tocao". Una impresión que se hizo generalizada pocas horas después, y que dio al traste –al menos en parte– con el objetivo del Gobierno de que la cumbre se convirtiera en un escenario propicio para llegar a acuerdos económicos. Si fue así, desde luego no se habló de ello: la noticia fue el Rey, su cojera, su rostro desencajado.
A los cámaras de televisión les pidieron que hicieran los planos a los rostros; que evitaran que saliera en los telediarios la imagen de un Rey con dos muletas, que andaba con mucha dificultad, que estaba ausente y alejado del resto de autoridades. Se notaba que no podía más. Y los técnicos aceptaron. Un Rey muy medicado para evitar el dolor, pero que pese a ello no pudo esperar a que concluyera el besamanos en el instituto Felipe Neri para ir a sentarse.
El Rey anunció un cese temporal de su actividad, pero ahora se abren muchos interrogantes. En una maniobra arriesgada, un destacado miembro del Ejecutivo comentó que el Príncipe está ya preparado para tomar las riendas, y puso como ejemplo su papel preponderante en la cumbre. Ya había acudido en la anterior celebrada en suelo patrio, en Salamanca, pero nunca había participado de forma tan activa. Ni había presidido tantos corrillos. "La nueva imagen de la Casa del Rey".
La Zarzuela no quiso avanzar cuándo regresará el monarca, pero se dio por hecho que protagonizará su tradicional discurso de Navidad. El Ejecutivo quiere una transición sin estridencias, si es que ha llegado el momento. Rajoy, dicen, no va a presionar en este asunto –que califican en privado de "problema"–, a pesar de que el protagonismo excesivo del Rey –los medios internacionales no daban crédito a su estado físico, y somos más de 1.000 los periodistas acreditados– dejara en segundo plano el evento. Porque, se comentó, los jefes de Estado y de Gobierno no abordaron al monarca por la situación de España, sino por la suya propia. "Estoy un poco tullido", le contestó a José Manuel Santos, presidente de Colombia.
Así están las cosas, querida.
Un beso,
Pablo