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Pablo Montesinos

Nuestro idilio en Barcelona

Ya apurando el café, hablamos de cómo estamos viendo a Rajoy. Muy cómodo en el atril, y también en las escasas entrevistas que está concediendo.

Hoy me han invitado a desayunar. Ha sido un tentempié discreto; café, tostadas y un algo dulce para rematar. Austeridad en tiempo de crisis, también a primera hora. Al encuentro iba con la intención de conseguir brasas para calentar mis crónicas. Ya no tanto sobre el "gran" debate -que según Pedro Arriola el sabio no mueve a más del 1,5% del electorado-, sino sobre la campaña en general. Balance de este previsible inicio y pronóstico de lo que queda.

Pero, como empieza a ocurrirme con habitualidad, acabamos recordando batallitas. Noches de cuchillos largos, lunes negros... Tras constatar que al PP le sigue sobrando la campaña y que, según los últimos trackings, la agresividad socialista no les perjudica, me relajé -y ya no te digo mi fuente- y le dimos al palique.

Y fue entonces cuando me acordé. Ambos -tú y yo- cubrimos la primera gran convención de los populares tras el tormentoso Congreso de Valencia, en el que Mariano fue refrendado presidente, a primeros de noviembre de 2009. Fue en Barcelona, ¡y qué diferencia con la de Málaga!, todos tan encantados. Que si la delegación de Madrid optaba por el plantón en mitad de la cita, que si el jefe organizaba una comida con todos sus barones (algunos, por entonces, muy inexpertos), que si Cospedal le mandaba un órdago envenenado al ahora amigo Aznar...

Qué idilio periodístico el nuestro, y qué tiempos más revueltos para el PP. Ya se habían ganado las elecciones gallegas, sí, pero los críticos aún alzaban su voz mientras despegaban esos dirigentes que después se convertirían en líderes hechos y derechos como José Ramón Bauzá, José Antonio Monago o Alicia Sánchez Camacho.

Fueron tres días, dos noches, de los que Es Amor no podría rascar mucho, pero cuya fotografía nos da una idea de lo mucho que ha evolucionado el PP de Rajoy hacia la unidad y la reconciliación de sus familias, exceptuando esas fricciones por la política antiterrorista.

No es que yo quiera volver al pasado, Dios me libre, es que te advierto con este recordatorio de lo que puede ocurrir en tu casa, Ferraz, tras el domingo del veinte de noviembre. Y es que, ojeando los sondeos, ya te digo que el CIS no falla. Que, o la gente está mintiendo con descaro a la pregunta ¿a quién piensa usted votar?, o la horquilla parlamentaria nunca va a tener tanto diputado de color azul. Así que sigue con manoletinas en vez de tacones y durmiendo cada vez que puedas porque, si se esta película no trae sorpresas, lo más duro empieza tras el 20-N.

Ya apurando el café, hablamos de cómo estamos viendo a Rajoy. Muy cómodo en el atril, y también en las escasas entrevistas que está concediendo. Me dice mi fuente que ya no hay temas que le incomoden. "Pero si incluso él hizo el guiño a los ministrables". Y esto me lleva al otro gran tema, al del futuro Gobierno. Aguirre ha dicho hoy que "nunca" estará en un Ejecutivo de Mariano. A muchos en el PP les gustaría, coincide conmigo el cargo que tanto análisis me ha dado. "¡Qué ministra más buena de Defensa sería!", añadió entre risas, en relación a nuestra correspondencia.

Por cierto, que este dirigente, que te conoce, me pide que no te olvides de los populares -o peperos, como tú les llamas-. Que tengas cuidado por si Rubalcaba te "abduce". Y esto me lleva a un comentario que ayer escuché en Badalona, y con el que me despido, hoy en castellano. "¡Cuidado, que viene Alfredo!", le dijo un compañero a un peque que correteaba por la sala de prensa, a modo de susto. Tal cual. Escuchado en campaña.

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