Los espectáculos parlamentarios en las postrimerías del zapaterismo son una sucesión de episodios destinados a mostrar a los españoles el nivel de nuestra clase política. Inasequibles al desprestigio, los futuros cesantes se empeñan en acreditar su insolvencia en aquello que más preocupa a los españoles, la brutal crisis económica, debatiendo sobre unas supuestas medidas que tienen más de argucia electoral que de un sincero interés por mejorar nuestra triste condición.
Zapatero está asfixiado por las demandas de una Europa que ya no aguanta más su incompetencia y, en un intento de llegar al 20 de noviembre sin suspender pagos, va a apropiarse de los ingresos tributarios por el impuesto de sociedades correspondientes al próximo ejercicio y a aligerar la bolsa bancaria de viviendas embargadas con una rebaja temporal del IVA que, para acallar a los que lo acusan de improvisar y de no legislar a medio y largo plazo, el presidente del Gobierno ha fijado en nada menos que cuatro meses. Al tiempo, Zapatero ha sido capaz de proponer hasta una reforma constitucional exprés, siguiendo obedientemente las órdenes de la bicefalia europea, que hipotecará todavía más el margen de maniobra del próximo Gobierno, porque la prohibición de superar un límite de déficit y de deuda pública los socialistas se lo saltarán a la torera en su momento simplemente manipulando las cifras y las previsiones macroeconómicas, pero los populares, los primeros que van a tener que sujetarse a ese mandato, probablemente lo cumplirán por el respeto al orden constitucional del que han hecho gala siempre.
Y si el PSOE legisla a pescozones y el PP muestra su nervio político recurriendo insistentemente a la abstención, el resto de la izquierda parlamentaria y el nacionalismo en todas sus gradaciones siguen apelando a la demagogia para intentar que el resultado final de la legislatura esté a la altura de ambos. Como los "no muertos" de las películas de Serie Z, que sólo obedecen a un instinto enfermizo, los primeros acusan a Zapatero de traidor al socialismo por no aplicar el recetario destructivo de los parásitos sociales y los segundos, como martillos pilones sea cual sea el motivo del debate, exigen más cuotas de poder para seguir mangoneando en sus cortijos a despecho de la solidaridad nacional.
Y mientras sus señorías hacen propaganda electoral en el hemiciclo, las cifras de paro siguen aumentando, las empresas tienen cada vez menos probabilidades de sobrevivir y el futuro de los jóvenes continúa superando todas las escalas del negro. No es que hayan huido de la realidad, es que nunca han estado en ella.