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Pablo Molina

Zetapaña

A Z y a su fiel escudero los españoles les vamos a dar el próximo mes de marzo esa patada en el trasero que tan merecida tienen. Pero sin acrituz ni maldaz, porque "todo puede decirse con una sonrisa".

Los niños, cuando comienzan a hablar, suelen transformar el sonido de la letra ese en una zeta. Es cosa de la edad. Zapatero cambia las terminaciones en "d" también por una zeta. No es cosa de la edaz. Es que él habla así. Aquí y en la China. Y nadie tiene derecho a decirle que solidaridaz, humildaz o verdaz no se pronuncian de esa forma. Estolidez sin embargo sí termina en zeta. Como insensatez, sandez y memez, pero estas son palabras que no suele utilizar ZP a pesar de la íntima vinculación que tienen con su discurso.

Todo se puede decir con una sonrisa, nos dice ZP esbozando la mejor de las suyas que, a pesar de sus esfuerzos, sigue teniendo un aspecto siniestro. Con Zapatero pasa igual que con las buenas películas de terror, en las que el personaje más bondadoso, el de los rasgos más ingenuos, resulta ser el psicópata que acaba decapitando a media ciudad. Pero con una sonrisa.

Zapatero quiere refundar España desde la gramática como en aquella novela de Vizcaíno Casas, en que el presidente autonómico, que por un defecto en el frenillo convertía las pes en efes, acababa implantando el "farfullo" como lengua vernácula. Con ZP cambiaremos el castellano por el "zarzullo" y lo institucional, lo moderno, lo progre será a partir de ese momento hablar de solidaridaz y de igualdaz, cambiando la terminación. Y también el acento, que el presidente por accidente convierte sistemáticamente las palabras polisílabas en esdrújulas porque se conoce que eso de las palabras llanas y agudas es cosa más bien de fascistas.

La campaña del PSOE, presentada por Pepiño Blanco con su habitual gracejo, nos permite atisbar la magnitud de la selección negativa llevada a cabo en el PSOE desde que el titán del pensamiento se encaramó a su dirección. Sólo alguien que valora la inteligencia de los demás en función de la de su jefe es capaz de escenificar una chorrada de este calibre.

Zetapaña, feliz acuñación de Javier Orrico en su último libro, podría ser una realidad en cuestión de meses si no fuera porque a Z y a su fiel escudero los españoles les vamos a dar el próximo mes de marzo esa patada en el trasero que tan merecida tienen. Pero sin acrituz ni maldaz, porque "todo puede decirse con una sonrisa".

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