El Parlamento noruego que concede los Premios Nobel es un conciliábulo de progres a la violeta que se reúne una vez al año para otorgar unos galardones con la única condición de que ofendan a la inteligencia de, al menos, la mitad del planeta. Es una cosa así como nuestros premios Príncipe de Asturias, pero a lo bestia y mejor dotados económicamente, condición necesaria para que los iconos progresistas acepten ir a recogerlos.
Excepto Castro y Chávez, que incomprensiblemente todavía no han recibido su Nobel de la Paz, no hay zascandil encumbrado por la izquierda que no haya sido obsequiado con el famoso galardón. Cualquier distinción internacional que incluya en su elenco a personajes como Arafat queda desprestigiada automáticamente, pero en el caso de los Nobel asistimos a un declive progresivo que actualmente entra ya de lleno en el terreno de lo patético.
A Obama se le puede inculpar de muchas cosas, pero no de haber hecho algo por la paz como reza la acusación del Parlamento noruego en el texto con que ha hecho pública su elección de este año. El presidente norteamericano prometió cerrar Guantánamo, salir de Irak y acabar con "la misión humanitaria" de Afganistán, pero la base norteamericana en Cuba sigue a pleno rendimiento, los soldados en Irak haciendo exactamente lo mismo que con Bush y Afganistán sigue siendo un avispero de terroristas en guerra abierta contra la fuerza internacional, aunque Zapatero y su ministra sigan insistiendo en que aquello es una tarea de reconstrucción en la que las tropas sólo hacen trabajos humanitarios. Ciertamente no hay nada más humanitario ni pacifista que acabar con un batallón de terroristas islámicos, pero todos sabemos que el "humanitarismo" tiene un significado peculiar para los progresistas, aunque hasta el momento no se hayan dignado a bajar de la metafísica y explicar de forma coherente en qué consiste eso exactamente para ellos.
Con la concesión del Nobel de la Paz al estafador intelectual de Al Gore hace dos años, medio mundo soltó la gran carcajada. El listón estaba alto, pero debemos reconocer que los parlamentarios han superado el reto con gran solvencia. De paso se harán todos una foto con Obama –el verdadero motivo de la concesión–, que lleva camino de convertirse en el manto de la Virgen del Pilar para los progresistas, aunque más sonriente y menos milagroso, como acredita su trayectoria política desde que se convirtió en presidente. Sólo falta completar la nómina concediendo el Nobel de Economía a nuestro Zapatero, que se ha cargado la prosperidad de un país entero con sus medidas absurdas, pero, como buen progresista, lo ha hecho con la mejor de las intenciones. Si el Parlamento utiliza el mismo rasero que con Obama, con eso debería ser suficiente.