En la última campaña electoral, la estrategia del Partido Popular fue eludir los temas comprometidos que tenían que ver con los valores y principios de la derecha clásica para centrar el debate en el terreno de la economía. Los dirigentes del PP estimaron que eso era lo que realmente preocupaba a los votantes y no el poder o no estudiar en la lengua materna con el dinero de tus impuestos, la deriva secesionista de algunas regiones, la desigualdad de derechos entre los ciudadanos de un mismo país o cuestiones más cercanas a la ética como el aborto, la eutanasia, la necrofilia a cuenta de los muertos en la Guerra Civil o el matrimonio entre personas homosexuales.
Si damos por bueno el análisis arriolano –nadie sabe más que Él sobre demoscopia electoral–, el Partido Popular lo tendría ahora mismo todo a su favor para barrer en las encuestas, puesto que la situación actual de la economía es sustancialmente peor que en marzo de 2008, cuando se celebraron las elecciones. En consonancia con ese análisis, el PP debería estar ahora mismo no menos de veinte puntos por encima del PSOE, un partido que tras cuatro años de Gobierno está pulverizando todas y cada una de las marcas negativas que dejó el felipismo, que ya hay que esforzarse.
Mariano Rajoy nos dejó creer que el PP huiría de la confrontación obstinada en otros asuntos para centrar sus críticas más severas en el terreno económico, en el que Zapatero y Solbes están mostrando sus mayores debilidades. Pues bien, ni siquiera ha sucedido así. Sólo hay que ver la respuesta de los populares al plan financiero elaborado por los socialistas, en virtud del cual, el Gobierno va a entregar el 15% del PIB nacional a los bancos que no han sabido llevar su negocio con la necesaria prudencia. Y en lugar de oponerse frontalmente y hacer una campaña populista en toda regla denunciando el atraco –como harían sin duda los socialistas– ("El Gobierno da el dinero de los pobres a los banqueros", hubiera sido un slogan magnífico para una cuña de radio), la actitud de la cúpula del PP ha sido apoyar el programa socialista para evitar las acusaciones de crispación que tanto hacían sufrir a los delicados espíritus populares durante la pasada legislatura.
Los cientos de miles de trabajadores que están inundando a borbotones las estadísticas del desempleo en España y los profesionales liberales y pequeños empresarios que están pasando serias dificultades económicas, no tienen a día de hoy un referente político que defienda sus intereses frente a la oligarquía de los grandes tiburones cercanos al poder. Es cierto que Rajoy insiste en sus comparecencias públicas en que hay que apoyar a las familias y a las Pymes, pero cuando se trata de votar un plan financiero que les perjudica gravemente, el PP acude como un solo hombre en defensa... del Gobierno de Zapatero.
¿Hay alguien en la calle Génova que se pregunte por qué el PP no lleva treinta puntos de ventaja en intención de voto? Naturalmente que no. Lo más probable es que estén muy satisfechos de ver que están sólo unas décimas por debajo de Zapatero. Es inútil insistir. Ellos son así.