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Pablo Molina

¡Qué tropa!

Un papelón el de Buenos Aires, a pesar del excelente discurso del Príncipe. El sueño megalómano de Gallardón tenía poco recorrido.

Un papelón el de Buenos Aires, a pesar del excelente discurso del Príncipe. El sueño megalómano de Gallardón tenía poco recorrido.

Por tercera vez consecutiva la candidatura de Madrid ha sido rechazada por los miembros del Comité Olímpico Internacional, y además de muy malas maneras, desempatando con Estambul en primera ronda para quedar apeada de la competición de forma incontestable. No nos entienden, viene a ser la razón primordial con la que los responsables pretenden justificar el desastre de haber sido relegados por las candidaturas de un país que ha padecido violentas revueltas ciudadanas por la deriva islamista de sus dirigentes y de otro que aún sigue intentando solventar las consecuencias de un terromoto y un tsunami que alcanzó de lleno a una importante central nuclear.

El funcionamiento interno del COI y los intereses concretos que mueven a sus dirigentes es algo tan bien conocido que resulta improbable que una candidatura seria no los haya tenido muy en cuenta a la hora de trazar sus líneas estratégicas. Especialmente Madrid, que gracias a la contumacia de sus dirigentes municipales ha intentado por tres veces conseguir convertirse en sede de los Juegos con un resultado cada vez peor que el anterior. Estos se presentan una cuarta vez y Madrid 2024 no pasa ni el primer corte.

Pero aquí nadie asume ninguna responsabilidad. Tampoco es que haga mucha falta, porque la mayoría de los medios de comunicación ha decidido que este tercer trompazo no acredita la profunda insolvencia de los responsables del proyecto madrileño, sino que todo es fruto de una vasta conspiración judeomasonicolímpica empeñada en arrebatarnos unos Juegos que por derecho correspondería organizar a la capital de España, porque, faltaría más, somos los más mejores del mundo mundial.

En los programas deportivos de la noche del desastre había quien sostenía que una de las causas principales de este nuevo bochorno era la corrupción, argumento de mucho peso, pues, como es bien sabido, los miembros del COI son un dechado de respeto al juego limpio y jamás se dejarían untar con sobrecitos. O sea que no nos han dado los juegos por lo de Bárcenas, no porque los que se han pulido un Potosí gestionando la candidatura hayan sido tal vez un poquito incompetentes.

Un papelón el de Buenos Aires, a pesar del excelente discurso del Príncipe (¡ay, si sólo hubiera hablado él!), con el que queda certificado que el sueño megalómano de Gallardón tenía poco recorrido. Sólo faltó que en la rueda de prensa posterior al naufragio Alejandro Blanco hubiera exclamado lo que Romanones cuando los miembros de la Academia vetaron su entrada en la institución a pesar de haberle prometido todos su voto. Qué tropa, sí. Y no sólo la del COI.

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