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Pablo Molina

¡Qué merendilla!

Debería haber un amplio acuerdo entre las fuerzas políticas, ratificado ante notario que es como se hacen estas cosas en Cataluña, para abstraer del debate político aquellos símbolos que nos unen, como el toro de Osborne, el carajillo o Pilar Bardem.

En su tarea de subversión de los valores tradicionales, los progres no se paran ni ante lo más sagrado. La última blasfemia de las fuerzas de progreso tiene como objetivo la nocilla, bendita merienda con la que hemos crecido varias generaciones, a la que han utilizado para hacer un anuncio a favor de Montilla (Nocilla/Montilla ¿Comprenden?; illa-illa, ¡terminan igual!). Quien iba a suponer cuando se metía entre pecho y espalda un nutritivo bocadillo de aquellos, mientras desfrutaba de las apasionantes aventuras de los chiripitifláuticos en el telefunken blanco y negro, que, andando los años, un político sin escrúpulos iba a destrozar tan bellos recuerdos por un simple puñado de votos.

El anuncio es antológico, aunque la cadencia silábica del cantante sea un puñetero desastre. Pero más allá de las cuestiones estético-musicales, no estoy seguro de que la identificación de la crema de cacao con Montilla haya sido una buena idea. La nocilla es oscura y pringosa, mientras que el ex ministro de Industra es canoso y brillante. La nocilla, por otra parte, es muy fácil de untar y Montilla... es de Iznájar.

Lo mismo debe pensar don José, a quien he escuchado unas declaraciones sin demasiado entusiasmo al respecto, aclarando que la brillante idea no se debe a sus "creativos" (antes había arquitectos, asesores de imagen y directores de publicidad; ahora todos son creativos). Debe ser que las encuestas electorales no le son muy favorables, de ahí que los socialistas catalanes hayan decidido poner toda la nocilla en el asador y desatar una tormenta, qué digo tormenta, ¡un huracán! de ideas para arañar todos los votos posibles, apelando incluso a nuestros recuerdos más entrañables. Y eso no está bien.

Yo creo que debería haber un amplio acuerdo entre las fuerzas políticas, ratificado ante notario que es como se hacen estas cosas en Cataluña, para abstraer del debate político aquellos símbolos que nos unen, como el toro de Osborne, el carajillo o Pilar Bardem. Una especie de pacto de Toledo cultural, en pro del respeto de los elementos que constituyen nuestro imaginario colectivo.

Así que Montilla, deja en paz la nocilla. Leche, cacao, avellanas... y azúcar al tres por ciento.

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