La gira europea de Condoleezza Rice por algunos países europeos, entre los que no está España –los americanos no entienden nuestra estrategia de apoyo a la democracia iraquí, basada en la maniobra “huída + condecoración” que algún día se estudiará en West Point– ha sido un éxito diplomático y político, a excepción del pequeño fallo de seguridad que permitió a nuestro Moratinos acercarse peligrosamente a la Secretaria de Estado useña e incluso hablarle durante un par de minutos a salto de mata, durante los cuales, a tenor de la imagen, se llegaron a vivir momentos dramáticos (es justo lo que le faltaba a una forofa del fútbol americano, que acaba de perderse la Super Bowl por primera vez en treinta y tres años).
Pero dejando de lado las peripecias diplomáticas de nuestro pintoresco canciller, la Secretaria de Estado Rice ha dicho cosas muy interesantes, especialmente en el discurso más trascendente de su gira europea, realizado ante un nutridísimo aforo de intelectuales en el Science Politique de París.
Condoleezza Rice visitó la capital de Francia por primera vez en 1989, acompañando a George Herbert Walker Bush en la celebración del bicentenario de la Revolución Francesa y la Declaración de los Derechos del Hombre, poco después de que los EEUU celebraran también el 200 aniversario de su Constitución, pues como recordaba la propia Secretaria de Estado «estas celebraciones compartidas fueron más que una mera coincidencia. Los fundadores de las repúblicas francesa y norteamericana estuvieron inspirados por los mismos valores así como los unos por los otros. Ellos compartían valores universales como la libertad, la democracia o la dignidad humana que han inspirado a los hombres y mujeres a lo largo de todo el mundo durante siglos. La defensa de la libertad es tan vieja como nuestros dos países».
En su importante alocución, Condoleezza Rice explicó los tres ejes cardinales de la agenda política norteamericana en materia exterior: extender la libertad al mundo árabe musulmán (democracia para 400 millones de personas), consolidar los procesos democráticos iniciados en Afganistán e Irak y avanzar en la solución del conflicto árabe-israelí.
La interpretación de la libertad como elemento básico para el progreso y la seguridad común, adquiere una dimensión trascendental en el pensamiento político de Rice, quien relató a la audiencia cómo en su «propia experiencia, una mujer negra llamada Rosa Parks se cansó un día de que le mandaran sentarse en la parte de atrás del autobús, así que se negó a cambiarse de asiento y prendió la mecha de una revolución por la libertad en todo el sur de los EEUU. En Polonia, Lech Walesa se hartó de mentiras y de la explotación, escaló un muro, organizó una lucha por sus derechos y Polonia fue transformada. En Afganistán, tan sólo hace unos meses, hombres y mujeres que una vez estuvieron oprimidos por los talibanes caminaron durante kilómetros, vadearon riachuelos y soportaron horas en la nieve sólo para depositar su papeleta y votar por primera vez como un pueblo libre. Y tan sólo hace unos días, millones de iraquíes, hombres y mujeres, desafiaron la amenaza terrorista y atendieron la llamada de la libertad. (...) Ellos también depositaron sus votos y comenzaron la nueva historia de su nación. Estos ejemplos demuestran una verdad básica: La dignidad humana tiene su origen en la libertad de elección de los individuos».
Pero por encima de todo, la visita de Rice ha servido para recuperar las buenas relaciones entre los países más importantes de Europa y los EEUU, pues aún compartiendo la preocupación por el terrorismo o la proliferación de armas de destrucción masiva, a veces «no coincidimos completamente en la forma de afrontar esas amenazas». Sin embargo a pesar de que «hemos tenido nuestras diferencias, es momento de dejar los desacuerdos en el pasado. Es momento de abrir un nuevo capítulo en nuestras relaciones de aliados».