Cuando Bill Clinton le encargó a Gore que se ocupara de las chorradas estas del clima y tal –"Oye, Al, chavalote, ocúpate del calentamiento planetario que yo voy a centrarme en el asunto del calentamiento anatómico con ayuda del personal becario"–, al entonces vicepresidente le sentó la orden como un tiro. Debió sentirse como las ministras europeas, a las que se aleja de los ministerios importantes (economía, obras públicas, etc.) para destinarlas a las carteras menos relevantes y cubrir así la cuota.
Pero miren por donde, el asunto acabó gustándole al segundo de Clinton y al final ha hecho hasta una película y todo. No sólo eso; gracias a sus constantes desvelos por salvar al mundo, lleva una temporada siendo paseado bajo palio por medio planeta. La última escala ha sido en Madrid, donde su Alcalde le ha hecho los debidos honores. No importa que en el problema del calentamiento global no exista consenso científico sobre sus causas y, lo más importante, que no esté demostrada en absoluto la existencia de un origen antropogénico. Pero la realidad no importa. Si lo dicen los progres la derecha aplaude y contesta amén.
En la reciente huelga energética de cinco minutos para salvarnos de nosotros mismos, no fueron pocos los ayuntamientos e instituciones gobernadas por el Partido Popular que se sumaron a la fiesta apagando los ordenadores y las luces, con grave perjuicio para la actividad laboral de sus funcionarios, que a eso de las ocho de la tarde es prácticamente febril.
La ministra Narbona y ZP también están, faltaría más, encantados de escuchar los vaticinios apocalípticos del profeta clintoniano, y para ayudarle a sobrellevar su pesada carga han decidido comprar su película para enseñarla en los colegios (tendrán que arrancar a mis hijos de mis manos yertas si quieren que vayan a ver esa película de cine de terror).
Sin embargo no hay que comprar productos de Hollywood para despertar las conciencias infantiles. De hecho, tengo entendido que hay en Algeciras ahora mismo unos magníficos exteriores para rodar un documental sobre cómo resuelven las administraciones progresistas los desastres ecológicos, con un chapapote playero de lo más efectista. De forma incomprensible, a ese lugar no se acercan ni ZP, ni la ministra Calvo, ni la Narbona. Y luego querrán que los demás apoyemos el cine español.