A la juez Alaya han empezado a organizarle manifestaciones de apoyo a las puertas de su juzgado y en una pancarta ya la han nombrado "Mercedes de Andalucía". Como la instrucción del caso de los ERE dure unos meses más, su foto acabará encima de los televisores junto a la gitana y el toro, aunque los modelos actuales de pantalla plana hagan necesario poner en la base del retrato un puntito de loctite.
Mercedes Alaya ha demostrado que el buen gusto que exhibe en su vestimenta se extiende al resto de los ámbitos de su personalidad, así que prefiere entrar a los juzgados por una puerta trasera para evitar cruzarse son sus fans. La gente está últimamente tan emotiva con los asuntos de la corrupción que igual se la comen a besos y acaba con la ropa descompuesta, con el desdoro que una escena de ese jaez supondría para la necesaria imagen de severidad que exige la administración de Justicia.
No se deja querer y hace muy bien, porque la labor del juzgador no puede estar sometida a los vaivenes emocionales del momento, ni siquiera de la gente que está a favor de trincar a los trincones, que es ahora mismo la ocupación principal de Mercedes de Andalucía. En España ya hemos tenido una ración abundante de jueces estrella y no necesitamos más sucedáneos, que luego las instrucciones salen como salen y los golfos hacen lo propio por las puertas del juzgado sin que la Justicia les alcance por cuestiones de procedimiento.
La declaración del exinterventor de la Junta de Andalucía es una de las claves fundamentales que va a permitir a Alaya dilucidar el alcance de las responsabilidades penales por el trinque de los ERE. Los andaluces que andan ya hartos del régimen de la PSOE lo saben y así lo han demostrado con esas concentraciones para dar ánimo a una jueza, aunque ella ha demostrado que no las necesita para cumplir exhaustivamente con su deber caiga quien caiga.
Y caerán, claro, porque treinta años de partido único y una década de corrupción generalizada en el agujero de los ERE dejan necesariamente muchos cabos sueltos que esta jueza está anudando con paciencia proverbial a pesar de todas las zancadillas que lleva recibidas. No es extraño que concite la admiración general y el odio africano de los beneficiarios de la secta sociata a partes iguales. Para unos y otros, para bien o para mal, Mercedes Alaya ha trascendido el ámbito funcionarial y ya es por derecho propio un icono de los nuevos tiempos que, con décadas de retraso, también han de llegar a esa tierra.
De momento ya ha sido elegida, por aclamación popular, Mercedes de Andalucía. A ver lo que tardan en componerle un pasodoble.