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Los que sobran en la COPE son sus oyentes

Si la caída Bru-tal de audiencia de la cadena es síntoma de que va alcanzando la excelencia, es de esperar que en dos oleadas más del EGM los rectores de la COPE puedan afirmar con rotundidad que han alcanzado sus objetivos: que no la escuche ni Dios.

Ya sabemos, gracias al padre Bru, que el problema de la COPE es que aún tiene muchos oyentes. No lo ha dicho así, pero si la caída Bru-tal de audiencia de la cadena es síntoma de que va alcanzando la excelencia, es de esperar que en dos oleadas más del EGM los rectores de la Cadena de Ondas Populares de España puedan afirmar con rotundidad que las fuerzas episcopales han alcanzado sus últimos objetivos mediáticos, el principal de los cuales es, al parecer, que no la escuche ni Dios. El argumento es metafísicamente impecable, puesto que un medio de comunicación cuya excelencia tienda al infinito, necesariamente ha de acabar sin oyentes ante la dificultad de encontrar alguno lo suficientemente preparado como para aprehender tanta excelsitud.

La idea puesta en circulación resulta, por otra parte, algo insultante hacia los que antes escuchaban los principales programas de la cadena y ahora han decidido pasarse a esRadio, pongamos por caso. Hay muchos cientos de miles de personas que antes escuchaban la cadena dirigida espiritualmente por Bru y, tras la reestructuración de la parrilla, de la cual aún no han dejado de felicitarse sus directivos, han decidido dejar de sintonizarla. Si este hecho es un factor que eleva la categoría de la cadena, será porque esos cientos de miles de personas, o son intrínsecamente bellacos, en cuyo caso efectivamente sobraban, o no tienen el paladar preparado para degustar tan exquisito menú, por lo que no merece la pena cocinar para ellos.

Pero como nada es perfecto en la Ciudad del Hombre, la excelencia que está alcanzando la COPE a toda velocidad tiene un problema nada desdeñable en lo que respecta a sus trabajadores. Y es que incluso los empleados de la COPE tienen por costumbre comer prácticamente todos los días y, algunos, los más mundanos, hasta pagar las facturas y la mensualidad de la hipoteca. La excelencia que ha alcanzado la cadena de los obispos bajo la sabia batuta de sus actuales rectores debe ser una gran satisfacción para todos ellos, qué duda cabe, pero como los ingresos de una empresa de comunicación responden a la diabólica relación entre oyentes y anunciantes, si no existen los primeros en número aceptable los segundos no pagan, y al final llega un excelente batacazo.

Los católicos nos felicitamos por los espléndidos resultados de audiencia que el EGM ha otorgado a la COPE, porque si el Padre Bru, que sabe más que nosotros, dice que es una buena señal, no vamos a andar preocupándonos por ochocientos mil oyentes arriba o abajo. Lamentamos tan sólo haber perjudicado el nivel de excelencia de la cadena con nuestra presencia en tiempos pasados. Este domingo a confesarnos todos.

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