Lo realmente sustantivo de la escena protagonizada en una cafetería de Sevilla por un progresista, suponemos de la rama sindical, es que no se trata de una acción aislada sino el tono habitual que los socialistas utilizan cuando deciden tomar las calles y, de paso, los negocios ajenos.
Unos proletarios concienciados de la subespecie okupa roban pantalones –de marca, por supuesto–, otros queman contenedores, algunos otros apalean a policías y viandantes y, en fin, los hay que subliman su frustración y su envidia con alaridos insultantes como el camarada sevillano, al que seguramente todos en su agrupación lo habrán felicitado efusivamente e invitado a unas rondas, agravando así las consecuencias previsibles de hábitos pocos saludables a los que el personaje parece tener cierta afición.
El energúmeno que agrede al hostelero sevillano por tener sintonizada esRadio lo hace porque sinceramente cree que esa emisora, que él odia profundamente por seguramente escucharla a diario, debería estar proscrita. Es normal por tanto, dentro de la locura sectaria de esos ambientes, el considerar a los oyentes de nuestra emisora enemigos de la humanidad a los que se puede vejar en público. Y eso si el marxista justiciero actúa sólo, porque, de ir acompañado por otros camaradas igual de comprometidos, la cosa podría haber desembocado en una ración de talante como las que hemos visto aplicar en las algaradas sindicales de esta semana.
La izquierda es totalitaria por definición o no es izquierda. Las libertades de los regímenes demoliberales tienen para los socialistas tan sólo un carácter instrumental que aceptan mientras les permitan ocupar el poder y mantener en silencio a los que se oponen a su dictado. En caso contrario, la izquierda se considera legitimada hasta para suspender las garantías constitucionales, como hemos visto en la fracasada intentona huelguista del pasado miércoles.
Lo ocurrido en esa cafetería sevillana no es sólo la acción aislada de un exaltado. Es una prueba más de que los sectores "más dinámicos" de la izquierda son irrecuperables para la democracia y la libertad. Cuanto antes lo entendamos, mejor para todos.